No le tengo miedo a ser anciana, no le temo a las arrugas ni
a la piel que se afloja como una sábana al viento. No me asustan los cabellos
plateados ni el paso lento de mis propios pies. No le temo a la soledad, porque
la he amado, la he hecho mi aliada, mi refugio.
Pero hay algo que sí me inquieta, algo que se esconde en la
sombra de los años que aún no he vivido: el destino. Ese que juega con las
cartas marcadas, que a veces te sienta en la mesa con una copa de vino y otras
te deja esperando bajo la lluvia sin abrigo.
No quiero ser una carga, un suspiro de resignación en la
boca de nadie. No quiero ver en los ojos de los demás el reflejo de mi
fragilidad, de mi dependencia. No quiero que mi nombre se convierta en sinónimo
de sacrificio ajeno.
Quiero ser viento, quiero ser brisa, quiero seguir moviéndome,
aunque el cuerpo duela. Quiero que mi vejez sea un poema de libertad, un café
con aroma a recuerdos, un óleo que aún busca su última pincelada.
No le temo a la vejez. Le temo a perderme en un destino que
no elegí.
Milka Mag Torre
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Bienvenido. Gracias por tus palabras , las disfruto a tope y además aprendo.