Mi nombre es Alegna y soy historarque. Vivo en la ciudad de Dirdam sobre los restos de una gran ciudad que se llamaba Madrid que quedó sepultada después de la Gran Catástrofe del 2.010 que afectó toda la península Ibérica.
Hace cientos de años mi carrera no existía. Había historiadores y arqueólogos, pero después de la G.C. (Gran Catástrofe) para poder hacer una labor de investigación hacen falta ambas cosas y así nació esta carrera apasionante por otra parte.
Mi trabajo consiste en desempolvar y rediseñar cómo se desarrolló la vida antes e inmediatamente después de la G. C.
Hace muy poco tiempo he tenido la suerte de encontrarme en vivo y en directo con uno de los descendientes de las pocas familias que sobrevivieron en esta zona Sur, Los Legna-Acitak. Durante las tardes en que coincidimos tomando un café en el parque volante que rodea lo que en su día fue un río, Reivaj me cuenta muchas historias interesantes sobre sus antepasados que vivieron aquí hace más 500 años, y sobre las costumbres de la época. "La abuela Acitak era de esas personas que lo guardaba todo y tuvo la feliz ocurrencia de llevarse consigo unas cuantas cosas en una mochila (efectos personales, pendrives, CDS ) cuando se refugió en unos de lo túneles cercanos a su casa. Así mis compañeros y yo hemos podido reconstruir unas pocas cosas sobre los habitantes de Madrid antes del terremoto y de los incendios que lo asolaron todo. La vida de Madrid nada tenía que ver con los 100 años posteriores y mucho menos con la de ahora" contaba nostálgico.
Reivaj trabajaba en el Museo de Arqueología y es de los afortunados que tiene acceso a los archivos y a los pocos documentos, libros, papeles que quedaron intactos. Están guardados celosamente en un inmenso acorazado de platino a prueba de incendios y roturas.
“Debió de ser espantoso cuando ese meteorito de enormes dimensiones se precipitó contra el suelo de Madrid y lo arrasó todo”, comenté.
Reivaj asintió. Solo sobrevivieron unos pocos y entre ellos algún miembro de mi familia que tuvieron la suerte de refugiarse a tiempo en los túneles enterrados .
“Ya sabes que hemos intentando acceder a ellos dije”, pero solo podemos hacerlo en pequeños tramos. Están todos obstruidos y aplastados y jamás podremos descubrir la totalidad de ellos porque una inmensa argamasa de hierro y plástico fundido cubre toda la superficie debajo de nosotros. Según nuestros estudios estos túneles rodeaban toda la ciudad. Por ellos circulaban esos coches que ahora están en el museo, y una especie de tren que llamaban Metro que hacía recorridos idénticos bajo tierra comunicando las diversas partes de la ciudad. (Unos 80 Km. bajo tierra)
“O sea que toda la ciudad estaba agujereada y hueca como un queso” dijo riéndose.
“Exactamente” conteste. Luego los dos nos quedamos en silencio con nuestros pensamientos mientras sorbíamos el café.
Suspire mientras me despedí y me puse a caminar sobre uno de los puentes colgantes que comunicaban las diversas urbanizaciones de la pequeña ciudad. Cuanto daría por pasear a orillas del río Manzanares, cuyo cauce resquebrajado descansaba justo debajo de mis pies. En sueños me veo tantas veces paseando bajo el sol por su ribera rodeada de verdes jardines, porque fuera de estos canales y surtidores artificiales que manan debajo de esta inmensa cúpula de cristal en la ciudad de Dirdam, no existe nada.
Katy 2009
Cuento interesante, si señor. Todo puedepasar y si seguimos así quizá pase, no por un meteorito, sino por la mala gestión de los humanos.
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