Como veréis Bupsi estaba muy ligado a nuestra familia, y es porque vivíamos en su pueblo. Mi y tío era por aquel entonces un niño de seis años, rubio de ojos verdosos y pecosillo. Se llamaba Juan y como casi todos los niños de su edad era muy travieso. Le encantaba jugar con su hermano Gregorio a perseguir patos, gallinas, cerdos y todo lo que se movía por el pueblo. Juan había empezado a ir a la escuela, pero Gregorio que tenía 4 años no. En aquella época los niños asistían por primera vez a la escuela con 6 años.
Tenía tres hermanas mayores y estas jugaban aparte, y nada tienen que ver con esta historia que os voy a contar. Mi abuela de la que ya os hablé, era la dueña de un estanco, en dónde vendían puros, cigarrillos, mecheros, pipas, bolis, papeles y un poco de todo.
Juan además de ser traviesillo tenía la mala costumbre de decir mentirijillas. También eran como Ilona su prima que gastaba bromas a todo el mundo y luego echaba las culpas a los otros niños. Tan pronto ponía tachuelas en la silla del profesor, como escondía la esponja de borrar la pizarra, o desenrollaba todo el papel higiénico y lo tiraba por la clase, o escondía los cuadernos de los compañeros y hasta llegó a tirar un petardo en clase. ¡Tenía cada ocurrencia!! Pero nunca confesaba que el había sido el causante del jaleo. Pero el su profesor que era más listo que él sabía que el era el autor de aquellas bromas, aunque Juan lo negara. Más de una vez tuvo que hablar con mis abuelos el maestro de la escuela y comentar el comportamiento de Juan.
Aquel día hacía mucho frío, había nevado. Todo el campo estaba blanco, la cuenta para que Juan tuviera unas ganas enormes de jugar con la nieve, y tirar bolas a todo el que pasara, fuera niño o anciano, daba igual. No era la primera vez. Se vistió de prisa, cogió su bufanda nueva, la cartera y salió corriendo para el cole, sin decir siquiera adiós.
Tuvo una idea genial. Cogió una gran bola de nieve y la echó en la chimenea de su clase, y se hizo el loco. Nadie le había visto. Excepto Bupsi. A media mañana todos tenían frío, también él, no habían podido encender la chimenea porque la leña estaba mojada. El maestro se enfadó mucho y los mandó a casa a todos, y todos salieron tan contentos. Se acabó la clase por hoy y tenían todo el día para jugar. Juan fue el primer en salir corriendo a casa, cogió su trineo y se fue al bosque a esquiar. Estaba feliz. Pero de pronto se puso a nevar mucho, el cielo se oscureció y Juan se perdió. Se acurrucó contra un árbol. Tenía frío, hambre, estaba mojado, y se puso a llorar. Sus hermanos estaban calentitos en casa, seguro que su madre estaba preparando la sopita caliente y él por travieso se había perdido y no sabía volver. ¿Vendrían los lobos?
Se acordó de la chimenea del cole que había apagado, y por eso estaba donde estaba. Pero Bupsi estaba cerca. Pobre Juan, estaba arrepentido de su travesura y el iba a ayudarle. Llamó a su amigo el ciervo y le colgó una nota. (ya sabéis que Bupsi siempre dejaba una nota) La nota decía: “No llores, este ciervo te guiará a casa.¡Síguelo!”
Juan se puso muy contento e iba todo lo prisa que podía detrás del bello ciervo, tan de prisa que se olvidó el trineo. “Dónde has estado que vienes mojado? Pensamos que estabas en casa de uno de tus amiguitos.” El contó su historia pero como era un mentirosillo nadie le creyó. “Seguro que te lo has inventado” dijeron sus hermanas. “Encima has perdido el trineo, verás como se va a enfadar esta vez tu padre”.
Al día siguiente fueron a buscar el trineo. Allí estaba el hermoso ciervo del que les habló Juan. Pero además había un paquete con otra nota: “Ves Juan como no debes decir mentiras, porque luego cuando dices la verdad nadie te cree”
Tenía tres hermanas mayores y estas jugaban aparte, y nada tienen que ver con esta historia que os voy a contar. Mi abuela de la que ya os hablé, era la dueña de un estanco, en dónde vendían puros, cigarrillos, mecheros, pipas, bolis, papeles y un poco de todo.
Juan además de ser traviesillo tenía la mala costumbre de decir mentirijillas. También eran como Ilona su prima que gastaba bromas a todo el mundo y luego echaba las culpas a los otros niños. Tan pronto ponía tachuelas en la silla del profesor, como escondía la esponja de borrar la pizarra, o desenrollaba todo el papel higiénico y lo tiraba por la clase, o escondía los cuadernos de los compañeros y hasta llegó a tirar un petardo en clase. ¡Tenía cada ocurrencia!! Pero nunca confesaba que el había sido el causante del jaleo. Pero el su profesor que era más listo que él sabía que el era el autor de aquellas bromas, aunque Juan lo negara. Más de una vez tuvo que hablar con mis abuelos el maestro de la escuela y comentar el comportamiento de Juan.
Aquel día hacía mucho frío, había nevado. Todo el campo estaba blanco, la cuenta para que Juan tuviera unas ganas enormes de jugar con la nieve, y tirar bolas a todo el que pasara, fuera niño o anciano, daba igual. No era la primera vez. Se vistió de prisa, cogió su bufanda nueva, la cartera y salió corriendo para el cole, sin decir siquiera adiós.
Tuvo una idea genial. Cogió una gran bola de nieve y la echó en la chimenea de su clase, y se hizo el loco. Nadie le había visto. Excepto Bupsi. A media mañana todos tenían frío, también él, no habían podido encender la chimenea porque la leña estaba mojada. El maestro se enfadó mucho y los mandó a casa a todos, y todos salieron tan contentos. Se acabó la clase por hoy y tenían todo el día para jugar. Juan fue el primer en salir corriendo a casa, cogió su trineo y se fue al bosque a esquiar. Estaba feliz. Pero de pronto se puso a nevar mucho, el cielo se oscureció y Juan se perdió. Se acurrucó contra un árbol. Tenía frío, hambre, estaba mojado, y se puso a llorar. Sus hermanos estaban calentitos en casa, seguro que su madre estaba preparando la sopita caliente y él por travieso se había perdido y no sabía volver. ¿Vendrían los lobos?
Se acordó de la chimenea del cole que había apagado, y por eso estaba donde estaba. Pero Bupsi estaba cerca. Pobre Juan, estaba arrepentido de su travesura y el iba a ayudarle. Llamó a su amigo el ciervo y le colgó una nota. (ya sabéis que Bupsi siempre dejaba una nota) La nota decía: “No llores, este ciervo te guiará a casa.¡Síguelo!”
Juan se puso muy contento e iba todo lo prisa que podía detrás del bello ciervo, tan de prisa que se olvidó el trineo. “Dónde has estado que vienes mojado? Pensamos que estabas en casa de uno de tus amiguitos.” El contó su historia pero como era un mentirosillo nadie le creyó. “Seguro que te lo has inventado” dijeron sus hermanas. “Encima has perdido el trineo, verás como se va a enfadar esta vez tu padre”.
Al día siguiente fueron a buscar el trineo. Allí estaba el hermoso ciervo del que les habló Juan. Pero además había un paquete con otra nota: “Ves Juan como no debes decir mentiras, porque luego cuando dices la verdad nadie te cree”
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Bienvenido. Gracias por tus palabras , las disfruto a tope y además aprendo.