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"Estoy convencido que uno de los tesoros que guardan los años es la dicha de ser abuelo"
Abel Pérez Rojas

"No entiendes realmente algo a menos que seas capaz de explicárselo a tu abuela." Albert Einstein

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domingo, 16 de noviembre de 2025

Vecinos




“Ella era la vecina que siempre me prestaba azúcar. El día que murió, encontré un sobre en mi puerta: ‘Gracias por dejarme sentir útil’.”
Nunca supe su nombre completo. Durante cinco años fue simplemente "la señora del 3B", aunque ella insistía en que la llamara Martha.
La primera vez que tocó mi puerta fue un martes por la tarde. Yo acababa de mudarme y tenía cajas por todos lados.
—Disculpa, querido —dijo con esa voz suave que llegaría a conocer tan bien—. ¿No tendrás una taza de azúcar? Se me acabó y estoy haciendo un pastel para mi nieta.
—Claro, claro. Espera un momento.
Busqué entre mis cosas hasta encontrar el azúcar. Cuando regresé, ella sonreía con las manos entrelazadas.
—Eres un ángel —me dijo, tomando el recipiente—. Te lo devuelvo mañana sin falta.
Y lo hizo. Al día siguiente apareció con mi recipiente lleno y tres galletas envueltas en papel encerado.
—Las hice de más —explicó, aunque ambos sabíamos que era mentira.
Eso se convirtió en nuestra rutina. Cada dos semanas, más o menos, Martha tocaba a mi puerta.
—Ay, qué vergüenza —decía siempre—. ¿Tendrás azúcar? Hoy sí que se me olvidó comprar.
Al principio me lo creí. Pero después de la sexta o séptima vez, noté que siempre me devolvía el recipiente lleno. Una vez, incluso, la vi en el supermercado con un paquete de azúcar de dos kilos en su carrito.
Nunca le dije nada. Simplemente le daba el azúcar, recibía mis galletas al día siguiente, y compartíamos cinco minutos de conversación en el pasillo. Me contaba sobre su nieta, sobre sus plantas, sobre la pareja joven que acababa de mudarse al segundo piso.
—Es bonito tener vecinos amables —me dijo una vez—. Hace que uno se sienta parte de algo, ¿sabes?
El último martes, Martha no vino. Tampoco el siguiente. La tercera semana, encontré una ambulancia frente al edificio. Los paramédicos salían del 3B moviendo la cabeza con solemnidad.
La señora Rodríguez del 2A me lo confirmó:
—Fue pacífico, en su sueño. La nieta dice que no sufrió.
Esa noche no pude dormir. Seguía esperando el toque en mi puerta, su voz pidiendo disculpas por molestar.
A la mañana siguiente, había un sobre blanco pegado a mi puerta con cinta adhesiva. Mi nombre estaba escrito con una caligrafía temblorosa pero cuidadosa.
Lo abrí con manos temblorosas. Dentro había una sola hoja de papel:
Querido vecino,
Gracias por dejarme sentir útil.
Después de que murió mi esposo, los días se volvieron muy largos. Mis hijos viven lejos, mi nieta tiene su propia vida. Dejé de cocinar porque ¿para qué? Dejé de salir porque ¿a dónde?
Entonces llegaste tú. Y descubrí que si tenía una razón para hacer galletas, una excusa para tocar a tu puerta, entonces el día tenía propósito.
Perdona el engaño del azúcar. Espero no te haya molestado. Solo necesitaba sentir que alguien me necesitaba, aunque fuera por una taza de azúcar.
Gracias por tus sonrisas, por tu paciencia, por esos cinco minutos en el pasillo que hacían que la soledad pesara menos.
Con cariño,
Martha

Doblé la carta y la guardé en mi bolsillo. Luego caminé hasta la tienda de la esquina y compré azúcar. Un paquete grande.
Cuando regresé, toqué a la puerta del 2A. La señora Rodríguez abrió, sorprendida.
—Hola —le dije—. No tendrás una taza de azúcar, ¿verdad? Se me acaba de terminar.
Ella parpadeó, confundida. Entonces vio algo en mi expresión y sonrió lentamente.
—Ay, qué casualidad. Justo iba a pedirte lo mismo. Pero pasa, pasa. ¿Te apetece un café?
Entré. Y por primera vez en cinco años, entendí realmente lo que Martha había tratado de decirme.
A veces la gente no necesita azúcar. Solo necesita saber que importa.
¿Ustedes han tenido una experiencia así?

Del muro de Giselle Domínguez.




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Bienvenido. Gracias por tus palabras , las disfruto a tope y además aprendo.

“EL TIEMPO QUE PERDISTE POR TU ROSA HACE QUE TU ROSA SEA TAN IMPORTANTE”. Saint-Exupéry

“EL TIEMPO QUE PERDISTE POR TU ROSA HACE QUE TU ROSA SEA TAN IMPORTANTE”. Saint-Exupéry
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