
Cuando te pido que me escuches y me empiezas a aconsejar, no estás haciendo lo que te pedí.
Cuando te pido que me escuches y me dices que no me debería sentir así,estás hiriendo mis sentimientos.
Cuando te pido que me escuches y sientes que debes hacer algo para solucionar mi problema, me decepcionas... aunque esto te suene extraño.
¡Escúchame!... Es todo lo que te pido, no hables, no hagas nada, sólo escúchame.
No me cosuela oirte hablar solo que me eschuches.
Quizá es por eso que hablar con Dios nos consuela tanto, porque no habla, no da consejos...
Escucha en silencio y permite que yo encuentre la solución por mí mismo.
Intenta tan solo limitarte a escucharme, que yo sola encontraré el camino y mis propias soluciones si me acompañas en el silencio.
La naturaleza es muy sabia; por eso estamos dotados de dos orejas y una boca: para
queescuchemos el doble de lo que hablamos.

Todos caemos en el erros de querer ayudar... aconsejando, diciendo lo que deberías de hacer, el que no te debes sentir así, no hay motivos, etc. Pero el escuchar supone un gran esfuerzo, sintonizar con la emisora de otros y concentrarnos sólo en lo que el otro nos dice, dejando nuestro yo a un lado.
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