En la granja un aire frío movía todas las hojas. Una gran nube gris descansaba en el cielo y no dejaba pasar los tímidos rayos del sol por más que este intentaba despistarla para asomarse.
El aire silbaba cada vez más fuerte moviendo la hoja donde Locoloco dormía placidamente porque no había quedado con su amigo Gusi desde el del otro día y ni en sueños se podía iba imaginar lo que le iba pasar de un momento a otro.
Su mamá le había llamado varias veces para que entrara a dormir dentro del manzano para evitar caerse pero él no la oyó en lo profundo del sueño. En un momento el aire se enfureció y arranco muchas hojas entre ellas en la que dormía nuestro gusanito protagonista, que volaba y volaba sin enterarse de nada hasta que asustado se despertó viéndose por los aires ¿“Que hago yo aquí” ¿Estaré soñando? se dijo.
No se atrevía ni asomarse y esperó tranquilamente el aterrizaje en algún lugar cercano y conocido. Ya se encargaría él de volver a su casa. “Voy a disfrutar del viaje mientras tanto” Asomado reconoció el riachuelo, el campo verde, la huerta de las verduras pero comprobó un poco asustado como el aire le iba alejando cada vez más de su querida granja hasta perderla de vista.
Viajó con un montón de hojas más sobre muchos tejados rojos, rozó un campanario, unos postes de electricidad, hasta que por fin el viento se suavizo depositándole quien sabe dónde sobre un campo de trigo. Pobre Locoloco, como iba a encontrar el camino de vuelta. Pero se puso contento porque aquí no corría peligro, si hubiera caído en un campo de pajas las vacas podrían tragarle. Se quedó pensado que hacer. Se había hecho de noche, comenzaban a verse las primeras estrellas, y a lo lejos brillaban muchas lucecitas de las casas de lo que debía ser un pueblo. “Me orientaré por las estrellas” Las conocía bien. Su papá le contaba bonitas historia sobre ellas.
Mirando el cielo todo parecía igual. Solo el suelo que pisaba era distinto. Estaba lleno de espigas que los hombres recolectaban para hacer luego el pan que servía de alimento y las migas eran transportadas por las hormigas. Se hacía de noche y la Luna no alumbraba. Las nubes viajeras tapaban y destapaban a las estrella y Lococo decidió quedarse y mañana pensaría algo para volver.
Bajo de la hoja que había hecho de avión, se acurrucó en una espiga y se dispuso a dormir recordando su manzano y a su amigo Gusi. No sabía cuanto tiempo llevaba durmiendo cuando le despertaron unos cantos muy familiares, su mamá llamaba grillos a esos animalitos que emitían esos sonidos de noche y dormían de día. Locoloco no había tenido el gusto de conocer de ni de ver ninguno sin saber que lo iba a hacer de un momento a otro. Mientras intentaba dormirse de nuevo Grillo se acercó moviendo el tallo de trigo y se puso a mirarle extrañado con sus grandes ojos verdes. “Su cabeza es muy grande y apenas se distingue de trigo por su color verde “pensó Locoloco.
“¿Qué hace un gusano de manzana como tú en un campo de trigo?” Pregunto Grillo con voz chillona” Locoloco relató su odisea , y terminó diciendo que ni sabía dónde estaba, ni cómo volver a casa.
“Me da pena verte aquí solito” siguió chillando Grillo te llevaré a mi campamento esta noche y Grillo Cabezalista nos dirá que hacer. Saltando iniciaron la marcha. “Vas muy de prisa y no puedo seguirte” dijo Locoloco, yo no se saltar, camino como un acordeón, me arrastro o como mucho voy dando volteretas”
Jeje rió Grillo de buena gana. “Anda sube a mis alas y agárrate que creo que podré contigo” Y así de salto en salto llegaron al campamento mas ruidoso que haya oído Locoloco. Estaban todos cantando a la vez, y cuando vieron a Locoloco se hizo un gran silencio. Los más pequeños saltaron de alegría “Mirad es un gusano que viene a caballo en lomos de Grillo”
El aire silbaba cada vez más fuerte moviendo la hoja donde Locoloco dormía placidamente porque no había quedado con su amigo Gusi desde el del otro día y ni en sueños se podía iba imaginar lo que le iba pasar de un momento a otro.
Su mamá le había llamado varias veces para que entrara a dormir dentro del manzano para evitar caerse pero él no la oyó en lo profundo del sueño. En un momento el aire se enfureció y arranco muchas hojas entre ellas en la que dormía nuestro gusanito protagonista, que volaba y volaba sin enterarse de nada hasta que asustado se despertó viéndose por los aires ¿“Que hago yo aquí” ¿Estaré soñando? se dijo.
No se atrevía ni asomarse y esperó tranquilamente el aterrizaje en algún lugar cercano y conocido. Ya se encargaría él de volver a su casa. “Voy a disfrutar del viaje mientras tanto” Asomado reconoció el riachuelo, el campo verde, la huerta de las verduras pero comprobó un poco asustado como el aire le iba alejando cada vez más de su querida granja hasta perderla de vista.
Viajó con un montón de hojas más sobre muchos tejados rojos, rozó un campanario, unos postes de electricidad, hasta que por fin el viento se suavizo depositándole quien sabe dónde sobre un campo de trigo. Pobre Locoloco, como iba a encontrar el camino de vuelta. Pero se puso contento porque aquí no corría peligro, si hubiera caído en un campo de pajas las vacas podrían tragarle. Se quedó pensado que hacer. Se había hecho de noche, comenzaban a verse las primeras estrellas, y a lo lejos brillaban muchas lucecitas de las casas de lo que debía ser un pueblo. “Me orientaré por las estrellas” Las conocía bien. Su papá le contaba bonitas historia sobre ellas.
Mirando el cielo todo parecía igual. Solo el suelo que pisaba era distinto. Estaba lleno de espigas que los hombres recolectaban para hacer luego el pan que servía de alimento y las migas eran transportadas por las hormigas. Se hacía de noche y la Luna no alumbraba. Las nubes viajeras tapaban y destapaban a las estrella y Lococo decidió quedarse y mañana pensaría algo para volver.
Bajo de la hoja que había hecho de avión, se acurrucó en una espiga y se dispuso a dormir recordando su manzano y a su amigo Gusi. No sabía cuanto tiempo llevaba durmiendo cuando le despertaron unos cantos muy familiares, su mamá llamaba grillos a esos animalitos que emitían esos sonidos de noche y dormían de día. Locoloco no había tenido el gusto de conocer de ni de ver ninguno sin saber que lo iba a hacer de un momento a otro. Mientras intentaba dormirse de nuevo Grillo se acercó moviendo el tallo de trigo y se puso a mirarle extrañado con sus grandes ojos verdes. “Su cabeza es muy grande y apenas se distingue de trigo por su color verde “pensó Locoloco.
“¿Qué hace un gusano de manzana como tú en un campo de trigo?” Pregunto Grillo con voz chillona” Locoloco relató su odisea , y terminó diciendo que ni sabía dónde estaba, ni cómo volver a casa.
“Me da pena verte aquí solito” siguió chillando Grillo te llevaré a mi campamento esta noche y Grillo Cabezalista nos dirá que hacer. Saltando iniciaron la marcha. “Vas muy de prisa y no puedo seguirte” dijo Locoloco, yo no se saltar, camino como un acordeón, me arrastro o como mucho voy dando volteretas”
Jeje rió Grillo de buena gana. “Anda sube a mis alas y agárrate que creo que podré contigo” Y así de salto en salto llegaron al campamento mas ruidoso que haya oído Locoloco. Estaban todos cantando a la vez, y cuando vieron a Locoloco se hizo un gran silencio. Los más pequeños saltaron de alegría “Mirad es un gusano que viene a caballo en lomos de Grillo”
Grillo Cabezalista le pregunto por Locoloco. “Estaba solo y desorientado, me dio lástima dejarle y pensé que tú seguro tendrías alguna idea para ayudarle”
“Llévatelo de aquí” gruñó el jefe “Un gusano no pinta nada entre grillos, o acaso sabe bailar y cantar como nosotros”
Locoloco avergonzado les dijo que no molestaría, que se retiraba a un árbol cercano a pasar lo que quedaba de la noche y mañana se iría. Se durmió arrullado por el canto de los grillos y el croar de las ranas de una charca cercana, soñando que estaba en su casa Cuando despertó ya era de día y tanto los grillos como las ranas habían desaparecido. Tenía hambre y allí no había nada para comer. Oyó el ruido de una carreta y vio como se acercaba tirada por dos bueyes, que le parecieron familiares, las había visto en la granja, con un poco de suerte eran de su granja. Cuando la carreta pasó debajo del árbol decidió probar suerte y se dejó caer encima de la paja mullida recién segada que transportaba. La carreta traqueteaba suavemente, pasando por varias granjas y huertos pero Locoloco no las conocía aunque todas se parecían un poco. “¿Me habré equivocado”? se dijo. Bien entrada en una gran curva Locoloco vio el huerto de las verduras, y su corazoncito empezó a latir con más fuerza, era su huerta, no había duda. Reconoció el tronco de las hormigas, los juncos, la pradera en donde se tiró de cabeza para llegar pronto a su manzano que había visto de lejos.
“Creímos que ya habías desaparecido para siempre cunado el viento se llevó la hoja en la que dormías” exclamaron sus padres abrazándole. “Estás un poco sucio” y “hambriento” añadió Locoloco.“Comeré primero y luego me enjuagaré en rocío que queda en las hojas”
De momento se fijó que la hoja en la que estaba estuviera bien pegada a las ramas. No quería más aventuras por hoy. Sin duda Locoloco era un gusanito con suerte.
“Llévatelo de aquí” gruñó el jefe “Un gusano no pinta nada entre grillos, o acaso sabe bailar y cantar como nosotros”
Locoloco avergonzado les dijo que no molestaría, que se retiraba a un árbol cercano a pasar lo que quedaba de la noche y mañana se iría. Se durmió arrullado por el canto de los grillos y el croar de las ranas de una charca cercana, soñando que estaba en su casa Cuando despertó ya era de día y tanto los grillos como las ranas habían desaparecido. Tenía hambre y allí no había nada para comer. Oyó el ruido de una carreta y vio como se acercaba tirada por dos bueyes, que le parecieron familiares, las había visto en la granja, con un poco de suerte eran de su granja. Cuando la carreta pasó debajo del árbol decidió probar suerte y se dejó caer encima de la paja mullida recién segada que transportaba. La carreta traqueteaba suavemente, pasando por varias granjas y huertos pero Locoloco no las conocía aunque todas se parecían un poco. “¿Me habré equivocado”? se dijo. Bien entrada en una gran curva Locoloco vio el huerto de las verduras, y su corazoncito empezó a latir con más fuerza, era su huerta, no había duda. Reconoció el tronco de las hormigas, los juncos, la pradera en donde se tiró de cabeza para llegar pronto a su manzano que había visto de lejos.
“Creímos que ya habías desaparecido para siempre cunado el viento se llevó la hoja en la que dormías” exclamaron sus padres abrazándole. “Estás un poco sucio” y “hambriento” añadió Locoloco.“Comeré primero y luego me enjuagaré en rocío que queda en las hojas”
De momento se fijó que la hoja en la que estaba estuviera bien pegada a las ramas. No quería más aventuras por hoy. Sin duda Locoloco era un gusanito con suerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bienvenido. Gracias por tus palabras , las disfruto a tope y además aprendo.