"La mejor herencia que se le puede dar a un niño para que pueda hacer su propio camino, es permitir que camine por sí mismo." Isadora Duncan

"Estoy convencido que uno de los tesoros que guardan los años es la dicha de ser abuelo"
Abel Pérez Rojas

"No entiendes realmente algo a menos que seas capaz de explicárselo a tu abuela." Albert Einstein

Forman parte de la orquesta

sábado, 7 de febrero de 2009

El botijo milagroso




Esta es la vida de un matrimonio muy, pero que muy pobre que vivió junto a sus tres hijos en un país de América del sur. Se llamaban de mayor a menor Lucas, Juan y el más pequeño Pedro que contaba con 6 añitos, es el protagonista de de nuestra historia.
Los dos mayores ayudaban a sus padres en las tareas del campo, en una pequeña parcela y eran propietarios además de una vaca, que les ayudaba hacer los surcos en la tierra para poder plantar las semillas de maíz. Sus padres trabajaban en una inmensa finca al servicio de unos terratenientes que les pagaban una miseria.
Pedrito era un niño muy alegre y simpático querido por todos los del pueblo. Siempre vestía la misma camisa de cuadros ya muy desgastada por el uso, unos pantalones remendados por su madre y los deditos de sus pies se asomaban por las alpargatas viejas.
Pedrito era feliz. Acudía a la escuela, aprendía de prisa y en cuanto podía se iba a la casa de la maestra que tenía muchos libros. Además le daba un vaso de leche fresquita con unas galletas para merendar.
El país estaba gobernado por unos tiranos que explotaban al pueblo, que tenía que entregarles casi todo lo que cultivaban y pagar grandes impuestos a los terratenientes. Pedrito por los libros de su maestra se había enterado que más allá del desierto había otros pueblos dónde la gente era más libre y feliz.
Había escuchado comentar lo peligroso que podía resultar cruzar el desierto por la falta de comida y sobretodo de agua. En su cabecita imaginaba aventuras fantásticas y así se le ocurrió pensar que en un futuro cuando fuera algo mayor atravesaría el desierto en busca de una vida mejor para su familia.
Se acercaba el cumpleaños de su padre y el no tenía dinero para comprarle nada. Pero haciendo pequeños recaditos logró juntar unas cuantas monedas. Sabía que el cura del pueblo iba a una ciudad cercana al mercadillo, el iría con él a ver que podía conseguir por esos 5 pesos. Así se lo dijo a su madre y al día siguiente partió a lomos de un borrico a lo que era su primera salida del pueblo.
Pedrito lo miraba todo. Las casas grandes, caballos, carretas y mucha gente que se arremolinaba en todos los puestos del mercadillo. Vio puestos de chuches pero no se podía gastar el dinero. El cura compraba sobre todo comida que luego repartía entre los más necesitados. La familia de Pedro era de los que más tenían. Al fin y la cabo tenían una vaca y maíz para intercambiar. Pedro vagaba por entre los puestos pero no había visto nada y nadie se fijaba en el. Llegado a uno que solo vendía botijos, pero a Pedro no le alcanzaba el dinero. Creo que tengo algo para ti le dijo el de los botijos. Rebuscó entre los cartones y le enseñó uno viejo, algo desconchado, pero podía vale “Te advierto que guarda el agua muy fresca, más que estos nuevos” le dijo a Pedro. “Creo que me lo llevará señor, Les valdrá para llevar agua fresca al campo y no tener sed. ¿Cuánto vale?
Te lo dejaré en 4 pesos, así podrás comprarte unas chuches para ti. Pedro estaba feliz. Corriendo al puesto de las chuches compro caramelos para todos.
Su padre le felicitó por el regalo, y durante muchos años el botijo seguía conservando el agua más fresca que ningún otro.
Pedro se hizo mayor y cumplió los 15 años. Seguían siendo igual de pobres. No habían conseguido reunir dinero ni para arreglar su vieja casita que se llenaba de agua por los agujeros del tejado cuando llovía, la vaca estaba vieja y ya no podía tirar del arado pero había que alimentarla, y la comida escaseaba.
Una noche reunida la familia les explicó su plan. Cruzaría el desierto, buscaría trabajo en algún país más allá y cuando lograra reunir lo suficiente regresaría. “ Tal vez hasta os lleve conmigo después, si me va bien” añadió todo contento.
Sus padres y hermanos consideraron aquello una locura, pero Pedro estaba decidido. En el peor de los casos tendrían una boca menos que alimentar. “Saldrá todo bien, no os preocupéis, quedándome aquí no puedo ayudaros” “Morirás de sed antes de llegar” dijeron los hermanos. Pero estaba decidido. Nada ni nadie le haría cambiar de idea.
Pediré prestado vuestro botijo, me llevaré una hogaza de pan y como soy fuerte resistiré si me administro bien.
Partió por la noche, con la luz de luna y las estrellas por cobijo, así se quitaría un buen trozo antes de la salida del sol. Rezó una oración con toda su alma e inició la marcha después de abrazar a sus padres y hermanos.
No fue fácil, ya estaba algo cansado cuando los primeros rayos del sol asomaron en el cielo. Tomó un trozo de pan, bebió agua y siguió andando hasta la noche, cuando bajo una solitaria palmera se dispuso a dormir. Bebió agua tomo otro trozo de pan e inició la marcha de nuevo. Andaba y andaba. Perdió la noción del tiempo, el pan se había acabado y el agua también. Estaba agotado. Se sentó en medio de la nada y se puso a rezar. “Dios mío no me dejes morir, ya no puedo volver atrás ni seguir, ¿que será de mi pobre familia”? Tomo el viejo botijo en sus manos para ver si le sacaba todavía una gota de agua para mojarse sus labios, le acarició suavemente y ante su sorpresa un chorro de agua fresca cayó sobre su cara. “Esto no puede ser, debo estar delirando o soñando” bebió y bebió tanto que quería ahogarse, hasta se lo echó en el cuerpo, y el botijo seguía lleno. Rendido se durmió. Al amanecer comprobó si el botijo seguía con agua y así era. Estaba salvado. Caminó unos días más hasta que por divisó un hermoso valle, donde corría un riachuelo de agua cristalina. Había niños bañándose que le preguntaron de dónde venía. No podían creer que hubiese cruzado el desierto. Le indicaron el camino hacia la ciudad, dónde habló con el alcalde y pidió trabajo.
Ellos no estaban acostumbrados a trabajar. El valle estaba lleno de árboles frutales y con poco cuidado daba hermosas frutas que intercambiaban con lo pueblos vecinos. Pedro les enseñó nuevas técnicas de cultivo y se hizo con el cariño de todos. Sus ahorros los iba guardando en su fiel botijo. Cuando esté lleno volveré. Pasaron 3 años y había cumplido los 18 cuando vio su sueño cumplido. El botijo estaba lleno. Volvería a casa.
Todo el pueblo le hizo una fiesta de despedida. A la mañana siguiente cuando iba a partir descubrió que le había robado el botijo. Lo de menos eran sus ahorros. Si el botijo jamás podría cruzar el desierto.
Entre tanto el codicioso Ramón trataba de sacar todo el dinero del botijo, pero cual no sería su sorpresa al descubrir que el botijo solo tenía agua. Pedro seguro que escondió el dinero en otro sitio. Así que enfadado devolvió el botijo a su sitio. Pedro se alegró al ver de nuevo su querido botijo y lo llenó de besos. Había perdido sus ahorros pero podría volver a casa por fin. “Buscaré a mi familia y la traeré a esta país, y juntos construiremos una nueva vida.”
Cruzó de nuevo el largo y cálido desierto. A lo lejos vio su casita y al verle sus hermanos corrieron a su encuentro para abrazarle. Pensaban que ya no le verían más, que habría muerto en el desierto. Sus padres le llenaron de besos y escucharon la increíble historia de cómo el viejo botijo le había salvado la vida, como alguien del pueblo le había robado sus ahorros y cual era su plan..
Trabajarían en la huerta y cuando nadie les echara en falta se irían para siempre del pueblo al país que Pedro había dejado.
Al día siguiente Pedro tomó el botijo para llevarlo al campo y notó que pesaba mucho. Miró y vio todos sus ahorros convertidos en monedas de oro.
Repartió y repartió y el botijo se llenaba de nuevo hasta que todo el pueblo tuvo suficiente. Ya no tenía miedo a los tiranos, se sintieron fuertes y los expulsaron al desierto de dónde jamás regresaron.
La leyenda cuenta que el botijo desapareció. Nadie sabe de su paradero. Quizás estará en algún mercadillo esperando a ser descubierto por alguien generoso y bueno como Pedro, en un rincón lleno de telarañas en la tienda de algún chatarrero.
Quien sabe, seguro que desapareció para no caer en malas manos.
Pedro se convirtió en el gobernador. Fue justo y trabajo para hacer de su país un sitio agradable para vivir. Murió muy anciano y en su tumba hay una inscripción que todavía se puede leer “ Aquí descansa el héroe del botijo milagroso”
23-9-80
Nieto 18-5-2006

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Bienvenido. Gracias por tus palabras , las disfruto a tope y además aprendo.

“EL TIEMPO QUE PERDISTE POR TU ROSA HACE QUE TU ROSA SEA TAN IMPORTANTE”. Saint-Exupéry

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