Los abuelos no mueren, porque se inscriben en nuestras
emociones de un modo más delicado y profundo que la simple genética. Nos
enseñaron a ir un poco más despacio y a su ritmo, a saborear una tarde en el
campo, a descubrir que los buenos libros tienen un olor especial ya que existe
un lenguaje que va mucho más allá de las palabras.
Es el lenguaje de un abrazo, de una caricia, de una sonrisa
cómplice y de un paseo a media tarde compartiendo silencios mientras vemos el
atardecer. Todo ello perdurará para siempre, y es ahí donde acontece la
auténtica eternidad de las personas.
En el legado afectuoso de quienes nos aman de verdad y que
nos honran al recordarnos cada día.
José Luis Navarro
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Bienvenido. Gracias por tus palabras , las disfruto a tope y además aprendo.