Parque Nacional de Cabañeros (Foto tomada de la red)
Los cuatro amigos del Bullaque
Si no habéis estado nunca en el parque Nacional de Cabañeros, deberíais pasaros alguna vez por allí. Es un paraje natural típico del monte mediterráneo que ocupa parte de Ciudad Real y Toledo, con sierras y bosques, atravesado en gran parte por el río Bullaque y varios de sus afluentes.
La flora es de las más variadas de España: encontramos diversidad de árboles y arbustos, bosques de galería, cientos de especies de flores... En cuanto a la fauna…
En una zona del parque, cerca del río, se encuentra un claro medio-escondido entre la exuberante vegetación. Y, ¡oh, maravilla! Sobre la hierba fresca hay un mantel, cuatro vasos de colores con zumo y unas pajitas rosadas, una baraja de cartas esparcida y cuatro magníficos ejemplares de fauna ibérica.
Rio Bullaque (foto tomada de la red)
Uno de ellos es un jabalí enormemente gordo y de pelaje marrón. Está sentado sobre sus cuartos traseros, tiene una pata puesta encima de sus cartas y mueve nerviosamente los colmillos. Otro ejemplar es un lagarto verde y alargado que sujeta entre sus dedos otro manojo de cartas. El tercero, una ardilla, aprieta los naipes que le han tocado con las garras y juega con su cola moviéndola arriba y abajo. Por último, un corzo reposa tumbado en el suelo con tranquilidad, coloca sus cartas con los cuernos y las estudia atentamente con una mirada cavilosa.
-¡As de oros! -grita de repente el corzo al tiempo que descubre sobre el montón de cartas del centro las suyas-. Ya es la tercera que gano, chicos –y suelta un largo silbido.
-¡No es justo! -exclama el jabalí con unos bufidos y arrojando sus cartas-. ¡Sólo me tocan doses! ¡Y además Ardilla está haciendo trampas!
-Tranquilízate, Jabalí –interviene el lagarto-. Jugar a las cartas puede parecer complicado, pero si practicas, llega a ser fácil.
-¡Estas cosas modernas! -vuelve a quejarse el jabalí, e intenta dar un sorbo a su refresco-. El juego de cartas es estresante y para colmo estas cosas rosas no me permiten beber…
-Se llama pajita, Jabalí. Tienes que sorber por el otro lado para que el líquido, por el efecto de succión, ascienda por ella y llegue a tu boca -explica pacientemente la ardilla.
-¡Eso es muy fácil de decir, Ardilla! –gruñe el jabalí-, en mis tiempos todo el mundo iba a beber al río tan ricamente. Y ahora os traéis estos inventos inútiles… Por cierto, ¿el refresco de qué está hecho?
-¡Ah! Es un refresco impresionante –se dispone a aclarar el lagarto-. Tiene un poco de varias cosas; zumo, colorante, azúcar, gas efervescente, productos químicos varios y un ingrediente secreto que no conoce nadie.
-¡Puaj! En serio, se me han quitado las ganas de comprar alguna vez más esos líquidos –concluye el jabalí.
-Si no los hemos comprado, Jabalí, ¡se los hemos quitado a unos turistas! –ríe el corzo.
El jabalí no hace caso al corzo, mueve una pata regordeta para darse la vuelta, tira su refresco y mancha el mantel. Luego intenta levantarse, pero sus piernas no le obedecen.
-¡Mirad todos! Tenía una posición tan incómoda para jugar a las cartas que se me han atrofiado los músculos y ahora no puedo andar. Sólo los humanos pueden doblase así y recuperar su posición natural ¡Yo, no!
-Se llama “sentarse”, Jabalí. –inicia una explicación de nuevo la ardilla-. ¿Sabías que…?
-Bueno, ya vale –le corta bruscamente el jabalí-. Siempre tienes que darme lecciones ¿no?
-¿Qué tal si jugamos a otra cosa, chicos? -interrumpe el lagarto en un intento de atajar la discusión-. Podríamos jugar al pilla – pilla o al escondite…
-¡Sí! ¡Al escondite! -exclama la ardilla mientras se lanza a corretear por la hierba.
-Para ti también eso es muy fácil -vuelve a quejarse el jabalí-. Puedes subir a los árboles…
Comienza ligándosela el lagarto por votación popular. La ardilla efectivamente sube a un árbol. El corzo se acurruca como puede detrás de un montón de arbustos. El jabalí tiene serios problemas: es muy lento y además no cabe en ningún sitio. Corre como puede y cae por el suelo, justo en el momento en el que el lagarto termina de contar y se dispone a buscar por el claro.
Al instante distingue al jabalí que se esconde tras unos matorrales, dejando ver sin poder evitarlo su enorme trasero peludo. El lagarto decide darle algo de ventaja y sigue buscando sin delatarle. Descubre también a la ardilla porque estaba haciendo demasiado ruido al comerse una bellota, y finalmente da con el corzo, al observar como sus puntiagudos cuernos se levantan por encima de los arbustos.
-¿Y qué tal si hacemos una excursión por la parte alta Cabañeros? –sugiere el lagarto-, me gusta pasear por ahí arriba y contemplar el paisaje.
A todos les parece una buena idea y comienzan a caminar para atravesar el bosquecillo en el que se encuentran en dirección al monte más cercano. El terreno se vuelve escarpado, se encuentra lleno de piedras y rocas de todos los tamaños. Da la impresión de que en la ladera se han producido recientemente desprendimientos masivos. Ascienden poco a poco poniendo buen cuidado para no acabar rodando cuesta abajo. Hace mucho sol, el calor aprieta y el lagarto y el jabalí avanzan muy despacio. El corzo se ofrece a llevar al menos al lagarto en su espalda y todos continúan la subida. La ardilla se queja de rato en rato de la pendiente pero no se rinde. Por fin, llegan a la cima.
Contemplan el impresionante paisaje que se divisa desde lo alto de aquel entorno natural. Admiran el río Bullaque que serpentea entre árboles y bancos de arena, los bosquecillos, las águilas que surcan el aire por encima del maravilloso Parque. Desde allí se divisa también el embalse de Torre Abraham, que a pesar de ser una obra humana, es igualmente algo digno de admiración.
Cuando terminan de disfrutar de la contemplación, bajan por la ladera opuesta y vuelven hasta el claro de donde partieron. Reunidos los cuatro de nuevo, se vuelven a tumbar en la hierba y suspiran casi al unísono.
-¿Por qué estamos tan aburridos? -pregunta la ardilla con los ojos cerrados-.
-Es verdad –confirma el jabalí-, jugar puede llegar a ser un tanto aburrido. ¿Sabéis qué? Me han entrado ganas de recitar una poesía de mi invención.
-¿Quééé..? -exclama el resto del grupo.-
Pero el jabalí ya ha empezado a cantar:
En este grupito somos cuatro,
cuatro amigos un poco aburridos,
que buscan cómo pasar el rato
y hacer algo divertido.
-¿Qué tal? –pregunta el jabalí a los demás-, ¿sigo?
Antes de dejarles responder, el jabalí continúa:
Todo lo hemos probado: juegos de cartas,
hacer el ganso con el escondite,
comer unas cuantas patatas
y esta historia se repite.
-No hemos comido patatas, Jabalí –interrumpe la ardilla-. Eso no se come en pleno campo, más bien en la ciudad.
-Da igual –responde el jabalí-. Lo que rima, rima. Callad por favor, que pierdo la inspiración. Veamos…
¿Y si nos bañamos en el río?
Me parece poco aburrido.
Intentémoslo, o algo parecido,
que tiene pinta de divertido.
-Ya has utilizado antes esa rima, Jabalí -le recuerda el corzo-. De todas maneras, lo del baño no me parece una mala idea. ¡Tonto el último!
Los cuatro animales comienzan una loca carrera hacia el río. El jabalí sigue siendo el menos ligero, pero cae, rueda sobre sí mismo y deja atrás al resto de contrincantes. El lagarto llega el segundo. La ardilla se hace con la medalla de bronce y sube a una roca que sobresale del agua -no le gusta mucho mojarse- y el corzo, que había propuesto la carrera, llega en última posición y se conforma con el chapuzón como premio de consolación.
El jabalí emerge del agua, resopla por aquí y por allá, se sube a una roca junto a la ardilla y recita una cuarta estrofa:
Vaya, qué buena idea he tenido,
la de bañarnos en el río.
¿Acaso en este mundo hay algún animalito
con una mente que supere mi cerebrito?
-Bueno, ¡ya vale! –vuelven a lamentarse a coro los compañeros.
- Tanta poesía te va a consumir las neuronas –avisa la ardilla.
-No os preocupéis por mí- el jabalí se lleva una pata al pecho como si fuese un divo de la poesía-. Preocupaos más bien por vosotros mismos. ¡Incultos! ¡Analfabetos! ¡Enemigos del arte y de la sabiduría! ¡Oh!, ¡no puedo soportarlo!
Hace como que se desmaya y cae al agua de espaldas con un tremendo estruendo.
-Jabalí, ¿sabes que te deberías dedicar a hacer teatro? –comenta la ardilla-. Pareciera que lo que dices es totalmente auténtico.
Se proponen jugar a algo diferente. Con granitos de arena gorda de río tienen que hacer montoncitos pero con mucha paciencia, pues sólo vale colocarlos granito a granito. El que consiga la mayor altura en su montón es el ganador y el lagarto hará de juez pues tiene las patitas muy cortas.
El jabalí empieza disimuladamente a echar la arena a puñados, pero es sorprendido por el lagarto y descalificado de la competición. La ardilla sin querer tira el montón que lleva levantado y tiene que volver a empezar. Finalmente gana el corzo, quien es sorprendentemente hábil cogiendo granos de arena con la lengua.
Los cuatro amigos pasan un rato largo más bañándose y conversando hasta que con la caída del sol, deciden volver al claro para secarse bien.
-¡Ah!, ¡la naturaleza! –exclama el jabalí-. ¿No es todo esto maravilloso, chicos?
-Ni se te ocurra recitar otro poema por favor, Jabalí –ruega el lagarto.
-El sol, los árboles, el agua clara… Es impresionante, sí –afirma rotundamente la ardilla.
-Yo no creo que llegue nunca a conocer otro lugar mejor que este –piensa en alto el corzo.
-Pero los humanos lo devastan todo –murmura enfadado el jabalí-. Ahora quieren construir una de sus fábricas en la linde sur del Parque. ¡Eso significa contaminación!
El jabalí se pone en pie de un salto. Justo en ese momento se oye un sonido suave sobre ellos y todos levantan la mirada para ver de qué se trata. Un águila imperial, enorme y majestuosa, planea a poca altura y se posa en una rama de un alcornoque muy cerca de donde se encuentran.
-Tenéis razón, vecinos –levanta la voz el águila-. Acaban de llegar hoy un par de camiones y todo apunta a que las obras comenzarán pronto. Vengo de sobrevolar la zona y lo he comprobado.
-Este anuncio parece que nos pone en un grave aprieto, chicos –anuncia el jabalí-. ¿Qué tal si compongo un poe…?
-¡No! ¡Eso no servirá para mucho, Jabalí! –declara el corzo-. Tenemos que hacer algo para impedir la construcción de esa fábrica. ¿Qué tal una manifestación en defensa de los derechos de los animales?
-¡O declarar la guerra a la raza humana! –espeta la ardilla.
-No seamos violentos –interviene el águila-. Ante todo, lo primero, hemos de concienciarnos cada habitante del Parque de que nuestro hogar está en peligro y de que hemos de cuidarlo y protegerlo. ¿Acaso tú, Jabalí, no has arrancado puñados de hierba cuando corrías para ir a bañarte al río? ¿Y acaso tú, ardilla, no has desperdiciado muchas veces bellotas y las has tirado al suelo sin dejarlas madurar? Mirémonos a nosotros mismos y cambiando cada uno y estando unidos podremos ayudar a salvar nuestro Parque y nuestros bosques.
Ahora es nuestro turno. Esta historia que os he contado sobre los cuatro amigos tiene poco de real y mucho de imaginación. Los animales, que actúan por instinto, son incapaces de desperdiciar comida o arrancar hierba con conciencia de ello y mucho menos de jugar al escondite. Con nosotros, es distinto, sí tenemos conciencia de lo que hacemos y de lo que dejamos de hacer. La conservación de la naturaleza depende de todas las personas; hemos de preservar los espacios verdes y naturales de nuestro planeta. Poniendo un granito de arena tras otro, como hacen los cuatro amigos de Cabañero mientras juegan.
HENRY DOYLE (Pseudónimo)
XXI EDICIÓN CONCURSO LITERARIO CUENTOS DEL AULA Categoría: Cuentos Modalidad: Alumnos de los tres primeros cursos de ESO (Segunda Modalidad)
Como os dije en el anterior post este es el nuevo relato de Enrique que ya no entra en la Categoría de infantil pues tiene 13 años y está en el Segundo de la ESO. Se ha llevado el primer premio en esta XXI en "Cuentos del Aula"
Espero que os guste
Enrique está imparable, madame. Me alegro muchísimo, y espero que todo esto le sirva de estímulo para perseverar en lo que ya se ve que es su gran pasión.
ResponderEliminarFeliz día
Bisous
Muchas gracias. Eso le deseamos porque le encanta escribir. Como bien dice es imparable:-) Veremos que le depara el futuro. Bisous
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