Pensamientos y valores dedicados a mis nietos “El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante”. (Saint-Exupéry) Ellos son mis más hermosas rosas
"La mejor herencia que se le puede dar a un niño para que pueda hacer su propio camino, es permitir que camine por sí mismo." Isadora Duncan
"Estoy convencido que uno de los tesoros que guardan los años es la dicha de ser abuelo"
Abel Pérez Rojas
Abel Pérez Rojas
"No entiendes realmente algo a menos que seas capaz de explicárselo a tu abuela." Albert Einstein
Forman parte de la orquesta
sábado, 2 de febrero de 2013
"Robo en casa del botánico" Capítulo XVI y XVII
El relato está tocando a su fin. Solo queda el sábado que viene. Espero que lo estéi disfrutando porque para ser de un niño de 11 años es bastante divertido y acertado creo yo :-)
CAPÍTULO 16, EN EL QUE REVELO A TODOS LA SOLUCIÓN DEL MISTERIO DE “LAS JOYAS DE LA MANSIÓN”
¡Rápido don Fernando! Baje y reúnalos a todos. ¡Voy a desvelar la solución del misterio!
Dicho esto entré corriendo en el baño. ¡Me hacía falta beber agua después de estar hablando toda la mañana!
Cuando bajé todos estaban sentados en sillas o sillones delante del gran escritorio de roble de don Fernando, incluidos el inspector Miller, el sargento Burke, el agente Giraldo y los policías, que todavía sujetaban a míster Fínnigan. También estaban el profesor y su hija Greta en primera fila, cogidos fuertemente de la mano.
Me aclaré la garganta y empecé:
- Bien. Estamos aquí para aclarar el misterio del robo de las joyas de la señorita García, aquí presente. Antes de hablar yo, me gustaría escuchar la versión de los sucesos que nos pueda dar el inspector Miller.
Don Fernando no pareció muy satisfecho con mi propuesta, como tampoco ninguno de los demás.
- Este caso es bastante sencillo - dijo el inspector -. Cuando el coronel Brown les pidió a míster Fínnigan y al signore Francesco que bajasen a la fiesta para decirle a don Fernando que no se encontraba bien, míster Fínnigan, como el signore Francesco admite, no bajó con él. En realidad fue a la habitación de Greta, en ese momento vacía, cogió las joyas, las metió dentro de un recipiente y se las tiró por la ventana a un cómplice que le esperaba en el exterior. Por lo tanto el robo se cometió alrededor de las 20:55. Luego, míster Fínnigan dejó unas manchas de barro para despistar y se dispuso a contar el cuento de que le habían apagado la luz. Así de fácil.
Míster Fínnigan intentó levantarse y protestar, pero los dos agentes le agarraban bien fuerte y se tuvo que sentar otra vez.
- Ahora hablaré yo - retomé la palabra para alegría de los presentes -. Empezaré desde el principio. Anteayer estaba en el parque comiendo un helado. De repente un hombre pasó corriendo, me volcó encima el suyo y aprovechó para introducirme un papelito en el bolsillo atado con unas gomas de pelo que he descubierto pertenecían a doña Sofía. En ese papelito indicaba algo sobre una reunión que debía celebrarse al día siguiente en el patio interior de esta casa para planear el robo. Esa persona que me deslizó el mensaje y que más tarde narcotizó a parte de los invitados a la fiesta era Charles, el mayordomo.
Un murmullo se levantó en la sala. El agente Giraldo, a una orden de Miller, agarró al mayordomo, que empezó a debatirse sin conseguir soltarse.
-¡Pero atentos! Charles me debía haber confundido con su cómplice, a quien debía entregar esa nota de parte del jefe, el planificador del robo de las joyas. La persona a la que realmente tenía que entregar el mensaje, quien había sido confundida conmigo porque vivimos muy cerca y debía haberse citado con Charles en el parque, no era otra que el signore Francesco. Él fue a quien vio Miss Ámsterman fumando en el pasillo, quien apagó la luz a los Fínnigan y quien cortó el cable de la alarma antirrobo para que el jefe de la operación pudiera entrar por la ventana, coger tranquilamente las joyas y volver a salir dejando las marcas de barro, y quien momentos después escondió las tijeras de podar que había utilizado en la maleta del coronel Brown.
Esta vez fue el sargento Burke el que tuvo que levantarse a agarrar al signore Francesco por la espalda. El murmullo aumentó pero yo proseguí:
- Al darse cuenta de que había cometido un error el mayordomo intentó matarme. Como pude deshacerme de él en el coche, me desvió e hizo que me estrellara en un callejón, una de cuyas alcantarillas conectaba con la del jardín de la mansión. Gracias a ello consiguió escapar.
Por la noche - continué -, narcotizó a todos los invitados que habían sido alojados en el primer piso, a excepción del coronel Brown, pues no tomaba vino; sin embargo también pudo administrarle el narcótico con la medicina que le había pedido que le preparara. A las 3:00, cuando el coronel le pidió un vaso de agua, procedió a limpiar bien el recipiente para eliminar los restos del narcótico.
Y por último – concluí -, como todos querrán saber ya, aunque les va a costar creerme; explicarles que el jefe, quien planeó el golpe con sus dos cómplices, el único que podía tener motivos para cometer el robo, no es otro que el conocidísimo profesor García.
Los dos policías que aun sujetaban a míster Fínnigan, viendo como su trabajo ya no parecía útil, le soltaron y se abalanzaron sobre el profesor.
- ¡No! – gritaba -. ¡Usted no tiene pruebas para detenerme! ¡Yo no tengo cómplices de nada!
- Sí que tengo pruebas - dije tranquilamente -. Usted era la única persona con motivos para planear y cometer el robo. Pensaba que todos íbamos a creer que el culpable había sido don Fernando, que al final él acabaría en la cárcel, sin mansión y abandonado por su esposa Sofía, y que entonces mujer y mansión se convertirían en suyas. Más tarde, planeaba recuperar las joyas en secreto y así poseería el millón de euros y esta mansión con todo su contenido. ¿A que sí?
-¡Ah! ¿Todo eso es verdad papá? - preguntó Greta.
¿Verdad? ¿Verdad? ¡Pues claro! ¡Era una oportunidad magnífica! Don Fernando ya tenía mala prensa después del accidente de Alicia. ¡Nadie sabe que yo fui quien saboteó el frenado de su coche! Sólo por mí Alicia se estrelló. Había llevado a cabo la primera parte de mi plan. Faltaba conseguir un par de cómplices y ya estaría el plan completo. ¡Habría sido rico! ¡Pero tú, entrometido detective fanfarrón, me lo has estropeado todo! ¡Todo!
Entonces calló al suelo, agotado. Entre los dos policías lo sentaron, mejor dicho, lo tumbaron en el sofá para que se recuperara. Al poco rato lo subieron a uno de los coches de la policía y se lo llevaron.
Todos los invitados se habían ido a sus habitaciones. Miss Ámsterman se llevó con ella a la llorosa Greta. Ya eran las 20:30. En el salón sólo quedábamos el sargento que sujetaba al signore Francesco, el inspector, el agente Giraldo que sujetaba al mayordomo, don Fernando y yo.
- Pero, ¿dónde están las joyas? - preguntó don Fernando.-
-Os lo contaré todo – contesté -. El profesor salió en moto y para pasar el tiempo estuvo dando vueltas por la carretera. A la hora convenida, una vez que la alarma estuvo fuera de servicio, dejó la moto en el campo, saltó la valla y se quedó esperando debajo de la ventana un buen rato. Subió por la enredadera, cogió las joyas y se descolgó hasta la ventana del cuarto trastero. Allí le esperaba el mayordomo. Metieron las joyas en un libro hueco, “Insectos 2”. Al día siguiente el mayordomo fue a dejarlo en la estantería del salón. Su enlace, el signore Francesco, cogió el libro, lo bajó al sótano y lo depositó en el cofre que conocemos. Ya sabemos dónde encontrar las joyas. Luego, para despistar, colocaron el sombrero de míster Fínnigan y escondieron la llave. Empecé a sospechar del mayordomo porque daba la impresión de que nos seguía: él sabía que a don Fernando se le habían caído las gafas y a mí la llave del cuarto trastero. Asunto resuelto.
CAPÍTULO 17, EN EL QUE EL TRAIDOR SE ESCAPA EN COCHE, EL INSPECTOR MILLER FRACASA Y CONSEGUIMOS DAR POR CONCLUIDA LA RESOLUCIÓN DEL CASO
Pero habíamos llegado demasiado lejos. De un fuerte tirón el mayordomo consiguió liberarse del agente Giraldo. Cuanto este se levantó el mayordomo le volvió a tumbar de un puñetazo. Metió la mano en el bolsillo interior de su chaleco y sacó ¡UN REVÓLVER!
Se fue alejando mientras nos apuntaba hasta llegar a la puerta. En ese momento le daba la espalda al inspector Miller, quien podía haberse lanzado sobre él. Pero lo que hizo el inspector fue apretarse todavía más contra la pared cobardemente.
El mayordomo cogió uno de los muy puntiagudos abrecartas que tenía don Fernando sobre su escritorio y salió corriendo por la puerta. Todos fuimos rápido detrás de él. Forzó la puerta de uno de los coches de los invitados con el abrecartas y se subió a él. Burke hizo intento de seguirle con otro coche de la policía pero el mayordomo al salir del aparcamiento, con excelente puntería, lanzó el abrecartas a una de las ruedas y la atravesó. El coche se alejó por la carretera.
-¡Rápido! - le dije a don Fernando, ¿dónde está tu coche?
Fuimos al otro lado del aparcamiento y entonces me enteré de cuál era el coche de don Fernando, un bonito Ford Anglia con la carrocería y el parachoques resplandeciendo al sol, una maravilla. Él se puso al volante y sin esperar a que el inspector colocase una rueda nueva en su coche, salimos a toda velocidad. Nos pusimos detrás del coche blanco que conducía el mayordomo y empezamos a ganarle terreno. De repente el mayordomo sacó su revólver por la ventanilla y ¡se puso a disparamos!
Don Fernando se puso a zigzaguear para que no nos alcanzase. Una bala o dos dieron en el capó y el techo pero afortunadamente en ningún cristal.
El mayordomo dejó de disparar; se le habían acabado las balas. Momentos más tarde entró en el pueblo. Tomó una gran curva y cuando nosotros giramos, ¡había desaparecido! Don Fernando frenó de golpe.
-Vamos, vamos. Está claro por dónde se ha ido - le dije -.
¿POR DÓNDE SE HABÍA ESCAPADO EL MAYORDOMO CHARLES?
-Gira a la izquierda, rápido. ¿No ves esas marcas en la pared? Sólo un coche a gran velocidad puede haberlas hecho - le dije -.
Giramos pues hacia la izquierda y vimos como el coche blanco desaparecía por una callejuela. Lo que nos sorprendió fue que al entrar en ella ¡había ocho coches blancos!
- ¿Te fijaste en la marca o en la matrícula? No podemos forzar las puertas de todos para ver su interior.
- Estooooo... , no.
-¡Ja, Ja! ¡Apuesto a que Charles no se fijó en este detalle!
¿EN CUÁL DE LOS OCHO COCHES ESTABA EL MAYORDOMO?
CAPÍTULOS XIV Y XV
Ultimos capítulos 18 y Epílogo Sábado 9 de Febrero
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Hola Katy: Este niño,¿cuándo estudia? Es fantástico el número de personajes y el movimiento de la acción. Va para guionista de cine o TV. Esperemos el último capítulo. Un abrazo
ResponderEliminarPues me da apuro decirlo, pero trajo en todo sobresaliente:-) Lo que no hace es ver la tele, ni jugar a los marcianitos. Sus padres los tienen en vereda. Aire libre, marchas, deportes y estudio
EliminarEste relato lo empezó con 10 años.
Ahora está escribiendo otro y lleva 45 páginas.
Un abrazo
Mi madre, a ese chico lo debe contratar la policía española, o terminan todos locos o se acaban los problemas judiciales.
ResponderEliminarGracias por compartir.
Isidro Jesús.
Jaja, no me lo había planteado, pero igual tiene futuro.
EliminarGracia a ti por el divertido comentario.
Bss
AL final habia varios implicados, pero al menos he acertado un poco en eso del mayordomo. besos y feliz fin de
ResponderEliminarCierto Fernando, enhorabuena se ve que te has leído unos cuantos de Ágata Christie:-) Te vamos a dar el premio.
EliminarBss
Cada capítulo que leemos se constata más y más su madurez.
ResponderEliminarUna cabeza privilegiada. Sí señor.
Un abrazo.
Esperemos que la utilice bien:-)
EliminarUn abrazo y gracias por tu paciencia
Ya lo he visto! En los coches blancos se notan mucho las marcas! Estos mayordomos son de cuidado, madame. Menos mal que este no conducía lo suficientemente bien como para evitar dejar una pista. Tenemos al coche localizado.
ResponderEliminarFeliz tarde, madame
Bisous
Madame, como detective vale su peso en oro. Seguro que Enrique le ficharía como ayudante jajaja.
EliminarEl coche está perfectamente identificado.
Bisous y buenas noches