12 de Mayo / Miércoles.-
La recepcionista del hotel en el que se hospedaba el ex comisario Longman estaba a punto de dormirse. Miró el reloj que marcaba las nueve de la mañana y bostezó.
-¡Qué aburrimiento! –pensó mientras se desperezaba-.
En ese momento se oyó el timbre. La mujer pulsó un botón y la puerta principal se abrió.
En el umbral se veía una gabardina marrón, grande y siniestra. Dentro de la gabardina había un hombrecito. Aunque se apoyaba en un bastón se irguió todo lo que pudo al entrar para parecer de mayor estatura. Cojeaba y casi arrastraba una de sus piernas que estaba como rígida. Llegó hasta la recepcionista y en ese momento aquella pudo verle la cara. Tenía la nariz del tamaño de una patata y no llevaba ni bigote ni gafas.
-Huelo cloroformo – dijo el recién llegado mientras olfateaba el aire-.
Rápidamente se dio la vuelta dispuesto a golpear con su bastón de caoba al posible agresor.
-Buenas tardes, señor Longman -dijo sin hacer caso a su comentario la recepcionista-. Ha llegado una carta para usted.
-Ajá. Veamos…viene de…ajá…ajá, ajá, ajá…ajajá. Ajá -dijo por última vez -. Ya estamos con las bromitas. Trescientos veintiséis robos en una noche en la misma localidad. Mmmm… ¿Y si fuera verdad? Señorita, prepare mi equipaje.
-Pero si acaba Ud. de llegar… -dijo esta con voz apesadumbrada-.
-Esto es más importante. ¡Vamos!
Luego comenzó a subir las escaleras con su acentuada cojera.
Se acercó a la recepcionista una compañera suya.
-Ya sé que parece un chiflado pero… ¡me divierte oírle decir todo el rato “ajá”! -le comentó-. No sé por qué se apellida “Longman”.., ¡siendo de las personas más bajitas que se han visto jamás!
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Llovía fuerte. El hostal “Atalaya Queen”, con estupendas vistas a la atalaya que le daba nombre, era una casita rural de dos pisos, cómoda y acogedora, con tejado de pizarra y unas paredes de madera pintadas de rojo y naranja. Allí, por ser una de las únicas posadas del pueblo, siempre había alguien hospedado. Esa noche el comisario Gómez se sentó en una de las mesas de la planta baja donde había quedado con el ex comisario Longman. Estaban también el director del museo, Xavier McKinnon, y la dueña de la posada, la señorita Matilde Gómez, hermana del comisario un poco más joven y más alta que él, de pelo rubio y ojos claros.
-¿Has confirmado qué piezas del museo han robado, Xavier? -inquirió al director el comisario Gómez-.
-Sí, las…las espadas y también las lanzas del siglo diecis…
-A mí me han robado todos los adornos de plata de mi habitación. No lo entiendo. Yo dormía allí -lo interrumpió Matilde-.
-Hace un tiempo espantoso. Y si Henry no viene y nos da alguna luz sobre el caso, éste tiene pronóstico de difícil solución –pensó en alto el comisario-.
-Con este día tan malo, no creo que pueda ven…
BUMMM
La puerta se abrió de golpe. Había en el umbral una gabardina marrón, enorme, abultada. Dentro estaba un hombrecito con nariz de patata, calvo, con un sombrero de fieltro. Se apoyaba en un bastón de caoba.
-Buenas noches –dijo con una especie de gruñido-.
“La puerta se abrió de golpe. Había en el umbral una gabardina marrón, enorme, abultada.”
Presentación y personajesCapítulo 1.- Robos (primera parte)
Capítulo 2.- Crimen y explosión
Parece que la gabardina enorme estaba rellena y que por fin ha llegado Henry!
ResponderEliminarEspero ansiosa el comienzo de la investigación, a ver las pistas por las que nos lleva.
Buenas noches
Bisous
Muchas gracias madame. Valoro mucho sus comentarios que animan al chico.
EliminarBisous
Bien, comienza a fraguarse la trama.
ResponderEliminarUn abrazo.
Creo que lleva buen camino. Yo también lo leo a la par.
EliminarUn abrazo y buen finde
Que interesante!
ResponderEliminarun beso amiga,
Me alegro que te guste. El chico tiene 12 años y muestra inquietudes.
EliminarBss