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Abel Pérez Rojas

"No entiendes realmente algo a menos que seas capaz de explicárselo a tu abuela." Albert Einstein

Forman parte de la orquesta

viernes, 5 de julio de 2013

Los expedientes del duque de Blackhouse (Capítulos 11 y 12)


CAPÍTULO 11, TU TURNO

En ese momento entró el agente Giraldo en la habitación.
- ¡Ah, don Enrique! Uno de mis compañeros de la policía tuvo que buscar en los archivos principales de la comisaría. Hemos descubierto a quién pertenecen las huellas dactilares que había en el trozo de pijama que usted encontró debajo de la cama de míster Haggard - me susurró al oído -.
Abrí mucho los ojos. Por un momento me quedé sin respiración. Un momento después abrí la boca.
- Tengo al asesino - dije en un susurro -.

Ahora te toca a ti, lector. Aquí tienes unas líneas para que escribas todo lo que crees que ha ocurrido. Demuéstrame y demuéstrales a todos de qué madera de detective estás hecho.
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CAPÍTULO 12, LA SOLUCIÓN

Un rato después bajé a la planta baja. Siguiendo mis indicaciones todas las personas habían colocado sillas, sillones y sofás delante del gran piano de cola que presidía el salón y se habían sentado. Justo encima estaba el escudo de armas de los Blackhouse: el gran escudo, las dos gruesas espadas cruzadas, la ondulada en medio y los dos afilados floretes, uno arriba y otro abajo. Yo le había pedido a Mrs Blackhouse un proyector, un escáner y un ordenador portátil: tenía que mostrar algo muy importante.
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Todas las personas de la mansión, incluidos los dos inspectores, el signore Riccardi y míster Partridge, estaban sentadas delante del piano. Todos estaban bien vestidos. Los primeros rayos de sol del día entraban por una ventana abierta. Me coloqué detrás del piano y comencé a explicar.
- Estamos aquí para resolver un caso sin solución conocida: El asesinato del prestigioso duque Stephen Blackhouse. Mis compañeros detectives - les señalé -, están de acuerdo en que el asesino ha sido su antiguo mayordomo, quien según los indicios ayer se suicidó. Pero yo, tras estar a punto de rendirme a la evidencia, interrogué a uno de los abogados del duque, míster Haggard. Cuando éste se fue rabioso de su habitación, el signore Riccardi y yo la registramos. Encontramos un pedazo de tela manchado con... sangre. Y míster Haggard tenía un corte en la mano, así que deduje esto: míster Haggard se hizo a propósito un corte en la mano y manchó de sangre aquel pedazo de tela que había encontrado en el estudio y que pertenecía al pijama del duque. Probablemente el asesino se agarró del pijama cuando el duque intentó huir, éste se lo rasgó intentando soltarse. El trozo de tela se quedó allí, y cuando míster Haggard descubrió el cadáver junto al agente Giraldo, cogió ese trozo de tela, seguramente lleno de huellas dactilares, y con mucho cuidado lo manchó y lo dejó debajo de su cama, forjándose una coartada. Se supondría que lo habían dejado allí para culparle. Además, fue el propio míster Haggard el que, al igual que el trozo de tela, colocó el puñal ondulado en su propia maleta. Ocurriría lo mismo, todos pensarían que querían culparle.
- Entonces, ¿él es culpable? - preguntó míster Wendover - .
- No, míster Haggard tampoco es culpable. Él es culpable del envenenamiento de la señorita Blackhouse pero no del asesinato del duque. Examinemos la declaración del mayordomo – contesté -. Nos dijo que había visto a un hombre de mediana estatura y con el pelo marrón saliendo del estudio. Sólo podía ser el agente Giraldo. Luego él entró y se encontró el cadáver. Pero encontré un error en esa afirmación: era imposible que el mayordomo distinguiese todo eso en el intruso, porque por la noche, si ni siquiera se distingue qué persona es, era mucho más difícil saber si tenía el pelo marrón o negro. Por lo tanto descubrí que el mayordomo no era del todo sincero conmigo. Se había inventado lo del hombre del pelo castaño. En resumidas cuentas, era o un cómplice o el propio asesino. Luego aparece muerto en el cuarto de baño. Bien, esa parte está clara, puesto que - me dirigí al resto de los presentes - atacó a míster Wendover. Ahora, según mi exactísima teoría, no ha podido ser así. Se supone que fue un suicidio, pero, en caso de suicidio, ¿Quién corrió la cortina que había delante de la bañera? Cuando alguien se pega un tiro en la nuca y cae dentro de la bañera, no puede correr la cortina.
- Podría estar dentro de la bañera cuando disparó a míster Wendover. Luego corrió la cortina y se disparó. Así de fácil -dijo irónicamente el inspector Stevenson -.
- Pero esa hipótesis es imposible por tres motivos: uno, según su teoría el suelo del baño NO estaría lleno de sangre; dos, el mayordomo NO tendría la pistola en su mano, sino que la tendría debajo del cuerpo y tres, la cortina estaría manchada de sangre en toda su longitud, NO solo por la parte de abajo.
- ¿Qué? - gritaron todos.
- Quiero decir que, estando la cortina manchada sólo por la parte de abajo, teniendo el cadáver la pistola en la mano y estando el suelo así, el mayordomo tuvo que ser disparado dese fuera de la bañera, ser introducido dentro - de ahí las manchas en la parte baja de la cortina - y colocado con el revólver en la mano, simulando un suicidio. Para no dejar huellas, el asesino tendría unos guantes puestos. El mayordomo fue asesinado y el asesino, para evitar sospechas, se disparó a sí mismo. Hace muy poco tiempo se me ocurrió esa idea y me di cuenta de que era la correcta. El culpable - todos tenían unos ojos como platos mirándome -es... ¡Usted!
Señalé a míster Wendover.

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- ¡Míster Wendover! - gritó horrorizada Patty Blackhouse -.
- ¡Ja, ja! ¡Una broma muy graciosa, detective! - replicó míster Wendover.
- Que yo sepa, no le he contado ninguna broma, ¿verdad, asesino Wendover?
Míster Wendover se quedó de piedra. Patty Blackhouse volvió a lanzar un grito ahogado.
- ¡¿Pero qué está diciendo?! ¿Tiene usted pruebas que confirmen su estúpida y ridícula teoría? - gritó el abogado -.
- Otra pregunta. ¿Qué hacían sus huellas dactilares en el trozo de pijama que se encontraba bajo la cama de míster Haggard? Por cierto, esta afirmación que acabo de hacer la ha confirmado el agente Giraldo.
Míster Wendover no contestó.
- En el interrogatorio míster Wendover y míster Haggard nos hablaron de un “hombre vestido de negro”. Bien, ninguno de ellos dos mentía puesto que ese hombre era míster Partridge. Míster Wendover aprovechó esa coyuntura para hacerse una coartada. Si alguien inocente, como míster Haggard también decía eso, no habría dudas en que el asesino era el mayordomo. Probablemente míster Wendover estaba escuchando detrás de la puerta. Por eso se enteró de que, diciendo eso, se retirarían todas las sospechas sobre él.
- ¡Usted no tiene pruebas de eso!
- De eso no, pero hay una prueba concluyente sobre su culpabilidad. Usted y el mayordomo escondieron el sobre con el testamento en el volumen B de piano. El mayordomo Higgins, por los remordimientos, dejó la pista en la habitación de Hilda Blackhouse y usted lo mató en el baño para que no le delatase. Pero al esconder el sobre, usted se impregnó la mano con el pegamento que utilizó para cerrarlo. Ese pegamento se quedó pegado al revólver del aparente suicidio.
Además, el botón marrón y dorado del pijama del duque que usted encontró en su maleta, lo colocó usted mismo.
- ¡Tampoco tiene usted pruebas de esto!
- ¿Ah, sí? ¿Por qué se quedó usted paralizado y se puso pálido antes de ver el botón?
- ¿Qué?
- Usted se quedó quieto, paralizado y palideció antes de ver el botón - que estaba tapado por un jersey - porque usted ya sabía que el botón estaba allí. Puso cara de preocupado, como si yo pudiera acusarle, antes de tiempo. Esa acción le delataba.
Por otra parte usted, que no se esperaba que el estudio estuviese revuelto, colocó el pañuelo con la letra H para culpar al mayordomo Higgins. El pañuelo con la P y el paquete de cigarrillos eran de míster Partridge.
- Mpf.
- En resumidas cuentas - dije a todos - míster Wendover mató al duque. Luego obligó al mayordomo a que mintiese en el interrogatorio: que dijese que había bajado por la noche al segundo piso. En realidad, el mayordomo no bajó: No salió de su cama en toda la noche. Luego, escondieron el testamento. Pero el mayordomo, presa de los remordimientos, dejó la pista para encontrarlo en la habitación de Hilda Blackhouse. Al enterarse, míster Wendover le mató y se hizo la herida en la pierna. Finalmente mintió en su declaración al interrogarle. Según todas las pistas que encontraríamos, no cabría duda alguna sobre la culpabilidad del mayordomo. ¿Verdad? Porque aunque Matheus Stones tenga parte de culpa, el verdadero culpable, ¡¡ES USTED!!

El próximo viernes termina esta interesante mini novela detetivesca del inspecto Enrique.


Capítulos 9 y 10
Capítulos 7 y 8
Capítulos 5 y 6
Capítulos 3 y 4
Capítulos 1 y 2
Prólogo

6 comentarios:

  1. Ay chaval, yo de detective tengo poco. No encuentro ni mis zapatillas en casa. Pero que ¡bien estructurado lo llevas!!!
    Me intriga el final. Veo que el viernes terminas. Aquí estaré puntual.
    Un abrazo

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    1. Muchas gracias por tus palabras A.L. Creo que está bastante bien el relato y nada fácil por la cantidad de datos. Esperamos verte por aquí para el desenlace.
      Un abrazo

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  2. Hola Katy: jo con el chaval, y encima nos pone un examen. Genial. Como dices la cantidad de datos que aporta no son normales ni en una buena novela negra. Estoy impresionado. Veremos el final. Un abrazo

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    1. Muy agradecida por tus comentarios. el chaval se le da una buena dosis de ánimo para que siga escribiendo. Esta todo el día en las nubes jajaja.
      Un abrazo

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  3. Qué trama tan complicada es capaz de llevar, y qué cantidad de detalles. Muy bien razonado todo, y muy bien conectado.

    Feliz domingo, madame

    Bisous

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    1. Asi es. La semana que viene es la última parte. En ella saca sus conclusiones y además hay una sorpresa:-)
      Gracias madame por su amabilidad y comentario, que agradezco en su nombre.
      Bisous

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Bienvenido. Gracias por tus palabras , las disfruto a tope y además aprendo.

“EL TIEMPO QUE PERDISTE POR TU ROSA HACE QUE TU ROSA SEA TAN IMPORTANTE”. Saint-Exupéry

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