"La mejor herencia que se le puede dar a un niño para que pueda hacer su propio camino, es permitir que camine por sí mismo." Isadora Duncan

"Estoy convencido que uno de los tesoros que guardan los años es la dicha de ser abuelo"
Abel Pérez Rojas

"No entiendes realmente algo a menos que seas capaz de explicárselo a tu abuela." Albert Einstein

Forman parte de la orquesta

viernes, 28 de junio de 2013

Los expedientes del duque de Blackhouse (Capítulos 9 y 10)


CAPÍTULO 9, EL MENSAJE DE LO DESCONOCIDO

- ¿Han llamado del hospital? – pregunté preocupado -.
- Aún no - dijo el agente Giraldo -.
- Mpf. A lo peor (qué pesimista) ya ha muerto - dijo el inspector Miller -.
- Venga por aquí, Riccardi.
- ¿Qué pasa?
- El mensaje, vamos. Tenemos que descifrarlo.
- Ah, sí.

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Extendí encima del piano aquel extraño y arrugado papel. Ponía lo siguiente (de izquierda a derecha):
- La palabra testamento.
- El dibujo de un pájaro con un bocadillo de cómic en el que ponía “no”.
- Una letra “v” con un punto a su derecha.
- Un trece mal escrito.
- ¿Qué significa esto? -dijo, extrañado, Riccardi -.
- Veamos. El dibujo. Un pájaro que dice no, un pájaro que dice no, un pájaro que dice no...
- Pero, los pájaros ¿hablan? Además, da la impresión de que está cantando.
- Pero los pájaros en realidad no cantan, hombre, los pájaros pían... ¡eso es! - grité sobresaltando al Riccardi - Un pájaro pía no. ¡Piano!
- ¡Claro! - me respondió - ¡El testamento está en el piano!
Pasado un rato dejamos de buscar. Habíamos revisado el piano de arriba abajo. No habíamos encontrado el testamento.
- ¿Y el resto de las letras? – Pregunté - ¿Qué significa la “v”?, ¿eh? Espera, podría significar... ¡Volumen!
- ¡Claro! El testamento está en un volumen sobre piano.
- Será el número trece porque lo indica ahí... vamos a buscar.
Pasado un rato seguíamos sin encontrar el volumen trece. Los volúmenes sobre piano que había en el salón estaban numerados por letras: A, B, C...
- No hay ningún volumen trece...
- Casi lo teníamos...
Entonces reflexioné. En el papel había un trece mal escrito... se parecía más a otra cosa. ¿Qué letra se parecía más al trece...? Eso era.
Me acerqué a la estantería y cogí...la letra B. Lo sacudí y cayó un sobre encima del piano. Lo cogí y lo abrí. Al hacerlo, pasé el dedo por la línea de cierre.
- Este pegamento...
Saqué una hoja doblada por la mitad, lo único que había en el sobre. La desdoblé y leí:
Yo, Stephen Blackhouse, duque de Blackhouse, en mi lecho de muerte:
Lego todos los terrenos que se encuentran en mi posesión, excluyendo la mansión en Inglaterra, a mis queridas hermanas Patty y Hilda. En total están valorados en 100 millones de libras. Que se lo repartan entre ellas. Por otra parte, mi bella mansión y todo su contenido son para Rogers. Es un edificio muy bonito, y enorme. En total está valorado en 20 millones de libras. Casi ideal para él. En cuanto a mis abogados, les debo a cada uno medio millón de libras. Por cierto, a míster Haggard se le tienen que dar dos millones. Resistid todos los nombrados en estos tiempos. Descanso en paz,
Levanté la cabeza y miré al Riccardi.
- ...yo, míster Blackhouse - acabé de leer-.
- Humm...
Esto es muy extraño - me dijo - ¿Por qué dice que debe a cada abogado medio millón y luego dice que a míster Haggard le den dos?
- A lo mejor le debe más.
- Pero el asesino pudo haber modificado el testamento para acusar a míster Haggard o para favorecerse a sí mismo.
- ¿Le enseñamos el testamento al inspector Miller?
- De acuerdo. Vamos.

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- Mpf. El testamento - nos dijeron al unísono los dos inspectores -. ¿Creéis que servirá de algo?
- Seguro que sí – dije -. Fíjese, aquí dice que el duque deja a míster Haggard dos millones, y al resto de los abogados, medio. ¿No le parece extraño?
- Seguro que le debía más. Dejémoslo, hombre, que el asesino fue el mayordomo. Además, ya son las cuatro de la mañana. Vamos todos a preparar maletas.
- Pero...
El inspector Miller, haciendo caso omiso, subió por las escaleras.
- Vámonos a la cama, venga. No hay más que buscar-admitió apesadumbrado Riccardi.
Subí por las escaleras, con las preguntas repiqueteándome dentro de la cabeza. ¿Y el ruido que distrajo a Giraldo? ¿Y la posible falsificación del testamento? ¿Y el hombre vestido de negro que vieron Wendover y Haggard? ¿Era de verdad el mayordomo?
Una de las doncellas me dijo que mi maleta estaba en una habitación del tercer piso, donde iba a dormir. Antes de dirigirme al tercer piso pasé por la habitación en la que había dormido míster Haggard. Allí iba a dormir el agente Giraldo.
Entré en la habitación. Había estado allí antes pues era donde habíamos interrogado al abogado envenenador.

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El agente Giraldo estaba tumbado en la cama. Tenía cara de agotado. Cuando me vio, se puso lentamente de pie.
-¿Sí?
- Veamos. Te lo pregunto como detective. Tú, ¿quién crees que fue el asesino? - le interrogué con la mirada unos instantes antes de que respondiera -.
- Pues...esto...eh...el mayordomo -dijo, balbuceando -.
-Mira, tengo un plan. Hoy por la noche...bsss...bsss...bsss. ¿De acuerdo? - le susurré al oído -.
- Esto...de acuerdo. Voy a colocarlo.
El agente Giraldo desapareció por la puerta. Yo, satisfecho, subí por las escaleras.

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Me puse encima del pijama un grueso jersey. Hacía mucho frío y a lo mejor iba a necesitarlo.
Me metí en la cama, y estuve dos horas mirando el reloj, sin dormir nada. Cuando éste marcó las seis y cuarto, yo empecé la cuenta atrás. En cinco minutos nos levantaríamos, haríamos lo que quedaba de las maletas y nos iríamos al aeropuerto.

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Quedaba un minuto.

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Diez segundos.
Nueve...ocho...siete...seis...cinco...cuatro...tres...dos...uno...

BUM

¡Wuuuuuuuuuuuuuuuaaaaaaaaaaaaaaa! - sonó una alarma por toda la mansión. Me levanté a toda prisa de mi cama, salí de mi habitación y me dirigí a las escaleras. Sonreí de oreja a oreja. Mi trampa había funcionado.

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Cuando llegué al estudio del duque, de donde había provenido aquel estrépito, me encontré con el agente Giraldo, que estaba sujetando a un desconocido. Este iba envuelto en una manta. Aquella persona tenía una pierna escayolada.
Todo el estudio estaba de nuevo completamente desordenado. Uno de los armarios volvía a estar en el suelo. Su caída había causado el “BUM” que habíamos oído todos. Un instante después entraron detrás de mí los dos inspectores, cada uno con una pistola en la mano. El inspector Miller llevaba unas zapatillas rosas con el dibujo de Papá Noel diciendo: Merry Christmas! Tenía un aspecto muy cómico. Detrás de él entraron míster Wendover, Mrs Blackhouse y el resto de la gente que ocupaba la mansión aquella noche.
Me aproximé al agente Giraldo.
- Todo salió tal y como habíamos pensado - empezó a decir en voz alta. Hace dos horas coloqué la alarma en los armarios, tal y como me había dicho don Enrique que hiciera. He descubierto a este hombre aquí, después de que aquella sonase.
Yo me acerqué al desconocido y, con un rápido gesto, le quité la manta que llevaba. Ante mí, el agente Giraldo y el resto de los arremolinados, apareció el rostro y el cuerpo de un anciano. Llevaba un jersey azul y unos pantalones marrones. Aunque parecía tener casi ochenta años no se curvaba hacia delante. Tenía el pelo blanco y la barba, también blanca, le llegaba a la cintura.
- ¡¿Pero...Rogers?! – gritó la señora Blackhouse - ¡¿El... el hermano de mi marido?!


CAPÍTULO 10, LOS EXPEDIENTES DEL DUQUE DE BLACKHOUSE

- ¿Cómo? - dijo el signore Riccardi, que acababa de entrar en la habitación - ¿Qué este señor es su cuñado?
Mrs Blackhouse asintió en silencio. En ese momento habló el anciano:
- De acuerdo, de acuerdo, se acabó esta farsa.
Yo reconocí aquella voz. No podía ser de un anciano. Aquella persona era...
El anciano alargó un brazo y se agarró la barba. Dio un fuerte tirón y ésta se desprendió al instante. Apareció el rostro de un hombre de mi misma edad aproximadamente. Tenía un pequeño bigote. Se sacó al momento del bolsillo unas pequeñas gafas y se las colocó en la nariz.
- ¡Míster Partridge! - gritamos a la vez el inspector Miller y yo - ¡El detective sueco desaparecido!
- ¡Ja, ja, ja! Por fin. ¡No me atrevía a confesar quién era yo en este momento!
- Pero, ¿qué hace usted aquí disfrazado de Rogers Blackhouse, en mitad de la investigación de un asesinato?
- Ejem, esto hay que hablarlo en privado. ¿No les importaría que nos metiéramos en mi, ejem, habitación?

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- Por favor, explíquese - le pedimos los cuatro detectives, una vez entramos en su habitación.
- Ejem, verán. Mi desaparición, hace ocho meses, fue debida a todo este follón. Comencé a buscar información sobre una persona que, según mis fuentes, tenía un turbio pasado. Esa persona era, nada más y nada menos que el duque Stephen Blackhouse. Para desarrollar una investigación sin problemas, fingí mi secuestro. Fui a casa de un familiar suyo, su hermano. Al ver que tenía una pierna escayolada, decidí escayolármela también. Sería sospechoso que no la tuviera. A Rogers no le he hecho nada malo, solo le he encerrado en su piso. Me disfracé de él y entonces fue cuando recibí la invitación de la esposa del duque para ir a celebrar su cumpleaños. Yo pensé que esa era una idea genial para investigar en la mansión, pues seguro que encontraba algo de utilidad para la investigación. Para no levantar sospechas, envié por adelantado una felicitación de cumpleaños. Esa misma noche, mientras todos dormían, me levanté de la cama y me dirigí al estudio. Vi que el agente Giraldo estaba allí. Para distraerle, golpeé el suelo con la pierna escayolada. El acudió mientras yo entraba en el estudio por la puerta más cercana a las escaleras. Cuando entré en el estudio no había nadie. Ni un cadáver, ni nada. Estando el estudio insonorizado, pude revolverlo con tranquilidad. El problema se planteó cuando uno de los armarios cayó contra la pared y destrozó el insonorizado. Temiendo que lo hubiera oído alguien, salí corriendo del estudio y corrí a mi habitación. Ya no me enteré de más. No encontré lo que buscaba, así que esta noche he vuelto a intentarlo a ver si tenía más suerte.
- Sabía que la persona que escribió la felicitación de cumpleaños que encontramos en el estudio no podía ser Rogers. Ese señor es inglés de nacimiento y lleva toda la vida aquí. Él sería incapaz de poner dos signos de exclamación en HAPPY BIRTHDAY! Usted, míster Partridge, es extranjero, sueco, así que podría cometer esa equivocación.
- Es verdad. No me fijé en eso...
- Entonces ¿el hombre vestido de negro era usted?
- Así es. Era yo, no el mayordomo.
- ¡Claro! ¡Por eso cojeaba! ¡Llevaba una pierna escayolada!
- Ajá. Cuando me vio míster Haggard, yo estaba investigando en aquel piso. Cuando me vio delante de su habitación míster Wendover, me dirigía al estudio.
- Una pregunta, míster Partridge - se adelantó el signore Riccardi -. El pañuelo con la letra P que encontramos en el estudio es de usted, ¿verdad?
- Por supuesto. Se me debió de caer mientras revolvía el estudio. ¡Ah!, y el paquete de cigarrillos también.
- Míster Partridge - dije yo -. ¿Cuál es ese pasado turbio del duque?
- Usted, y también el inspector Miller, se acordará, seguramente. ¿Recuerdan el caso del conde Shacaroff? Por toda la información que he encontrado, el duque de Blackhouse era el mayor de los cuatro asesinos.
Yo abrí mucho la boca.
- ¿De verdad? – contesté -. Pues...
- Y, ¿ha encontrado usted algo de importancia sobre eso? -preguntó esta vez el inspector Stevenson.
- Esta vez sí. En efecto. He encontrado, antes de que viniese ese agente, un par de papeles comprometedores. El otro día, por más que busqué, no encontré nada. Pero hoy, sí. Supongo que recordará que los asesinos del conde, al escapar, se llevaron los expedientes, los informes donde estaba redactada su culpabilidad. Esos expedientes son los que he encontrado en el estudio.
- Pero, ¿por qué el otro día, por más que revolvió el estudio, no encontró esos papeles, y hoy en apenas un minuto ha dado con ellos?
- Seguramente, el duque, para no ser descubierto, escondió los papeles de manera que no se encontraran tan fácilmente. Hoy se me ocurrió la idea de volcar el armario y he descubierto donde estaban. Los cogí antes de que me agarrara el policía.
- Con que ese era el ruido que habíamos oído - intervino el inspector Miller -.
- Sí... aquí están los expedientes.

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El corazón me latía a cien por hora. Por fin iba a descubrir a los asesinos del conde, mi primer caso hace veinte años. Por fin iba a conseguirlo...
Míster Partridge sacó de su bolsillo cuatro pequeños folios doblados por la mitad. Me los tendió, diciendo:
- A usted le corresponde leerlo, don Enrique. Usted resolvió el caso del conde Shacaroff.
Los dos inspectores hicieron una mueca, pero no dijeron nada. Yo leí en voz alta:

Henry Mcgrallen
Por la presente, se le acusa de estafa, robo y asesinato del respetado conde ruso Walt Shacaroff. Está ordenado su arresto inmediato debido a que escapó de prisión.
Datos personales:
Pelo negro
Ojos azules
Nariz achatada
Cejas espesas
Tiene un pequeño tic en la mano izquierda, y también una cicatriz
Estatura: 1,65 m
Edad: 51 años

Es necesario que sean enviadas órdenes de captura a todos los países del mundo.

Firma: Adolf Miller, inspector de Scotland Yard

Supuse que la palabra “respetado” estaba subrayada porque aquel expediente había sido redactado por el inspector Miller. ¿El motivo para subrayarlo? Bueno, se nota que el inspector Miller es un completo pelota cuando se trata de personas de alto rango.
Arriba a la derecha había una fotografía de un hombre. Aquella foto era más o menos igual a la del duque Blackhouse, la que salía en el periódico, sólo que en ella tenía poco pelo y blanco. Podría decirse que era la misma fotografía. Parecía que de verdad el duque era uno de los asesino del conde Shacaroff. Entonces, el motivo del asesinato bien podría ser la venganza de alguno de los otros dos... Una cosa estaba clara: el verdadero nombre del duque no era Stephen Blackhouse, sino Henry Mcgrallen. Míster Partridge me dio otra de las hojas dobladas. Yo comencé de nuevo a leer:

Matheus Stones
Por la presente, se le acusa de estafa, robo y asesinato hacia el respetado conde ruso Walt Shacaroff. Está ordenado su arresto inmediato debido a que escapó de prisión.

Datos personales:
Pelo negro
Ojos verdes
Lleva lentes / gafas
Cuerpo muy delgado
Suele utilizar zapatos de tallas demasiado grandes
Estatura: Alrededor de 1,70 m
Edad: 22 años

Es necesario que sean enviadas órdenes de captura a todos los países del mundo.

Firma: Adolf Miller, inspector de Scotland Yard

Al igual que el documento anterior, en lo alto de aquel folio había una fotografía. En ella se mostraba la figura de un hombre delgado, con gafas. Aquel hombre era la viva y más joven imagen de...
- ¡Eso es! - gritó el inspector Stevenson. Ese de la foto es el mayordomo Higgins.
- Pero entonces, el segundo de los asesinos del conde fue el mayordomo, y su verdadero nombre es... Matheus Stones.
Yo estaba apesadumbrado. Míster Partridge me tendió el tercer folio:

Richard Wern
Por la presente, se le acusa de estafa, robo y asesinato del respetado conde ruso Walt Shacaroff. Está ordenado su arresto inmediato debido a que escapó de prisión.

Datos personales:
Pelo rubio
Ojos azules
Suele usar corbatas azules
Estatura: 1,72 m
Edad: 23 años

Es necesario que sean enviadas órdenes de captura a todos los países del mundo.

Firma: Adolf Miller, inspector de Scotland Yard

En lo alto de aquel expediente faltaba un pedazo de papel: Exactamente... el pedazo en el que tenía que estar situada la fotografía.

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- ¡Ya recuerdo! Estos expedientes los redacté yo - afirmó el inspector Miller, que acababa de darse cuenta - ¡Los asesinos se los llevaron al huir de la prisión!
- Probablemente para despistar, el duque, el mayordomo y el otro cambiaron los nombres - dedujo el inspector Stevenson -.
- ¿Por qué falta la fotografía del último expediente? ¡Se nota que la han arrancado de cuajo! - añadió el signore Riccardi -.
- Mpf. Todo esto ya no nos sirve de nada. Este tercero, el que no tiene fotografía, ya debe de estar lejos. En Mongolia o por ahí. Por cierto, don Enrique - me lanzó una mirada desdeñosa -. Ya no le doy más tiempo. Nos volvemos a Madrid. Todos a hacer maletas, que es bastante tarde.
Los dos inspectores se dirigieron a la puerta y salieron de la habitación.
Me quedé sentado en la cama. A mi lado el signore Riccardi y míster Partridge me intentaban consolar.
- Pero, ¿no te das cuenta, compañero? - me dijo míster Partridge -. ¡El asesino fue ese mayordomo!

Capítulos 7 y 8
Capítulos 5 y 6
Capítulos 3 y 4
Capítulos 1 y 2
Prólogo

4 comentarios:

  1. Hola Katy: jo con el chaval. Pero de dónde demonios saca tanto dato, tanto nombre...tanta imaginación. Lo del signo de admiración es sencillamente genial. Animádle a que siga escribiendo. Estaréis de acuerdo que tiene un futuro prometedor. Un abrazo

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    Respuestas
    1. Ha sido muy buen lector y tiene buena cabeza. La imaginación hace lo demás. Claro que le animamos. La verdad es que se le da muy bien. Pero eso nunca se sabe. Igual luego de mayor no escribe ni una carta:-)
      Gracias por tu comentario, que en este caso agradezco doblemente.

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  2. Con jeroglíficos y todo, lo que contribuye a hacerlo más interesante, porque anima al lector a intentar dar con la solución por anticipado.
    Ya lo creo que este chico tiene madera.

    Feliz domingo, madame.

    Bisous

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    Respuestas
    1. Por ahora si. Tiene detalles verdaderamente increíbles para su edad . Cantidad de datos, y me consta que no hace anotaciones (los lleva en la cabeza) y escribe solo dos horas los fines de semana.Gracias Madadame, me consta que estoy hablando con una futura premiada como escritora:-)
      Bisous

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Bienvenido. Gracias por tus palabras , las disfruto a tope y además aprendo.

“EL TIEMPO QUE PERDISTE POR TU ROSA HACE QUE TU ROSA SEA TAN IMPORTANTE”. Saint-Exupéry

“EL TIEMPO QUE PERDISTE POR TU ROSA HACE QUE TU ROSA SEA TAN IMPORTANTE”. Saint-Exupéry
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