Pensamientos y valores dedicados a mis nietos “El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante”. (Saint-Exupéry) Ellos son mis más hermosas rosas
"La mejor herencia que se le puede dar a un niño para que pueda hacer su propio camino, es permitir que camine por sí mismo." Isadora Duncan
"Estoy convencido que uno de los tesoros que guardan los años es la dicha de ser abuelo"
Abel Pérez Rojas
Abel Pérez Rojas
"No entiendes realmente algo a menos que seas capaz de explicárselo a tu abuela." Albert Einstein
Forman parte de la orquesta
domingo, 10 de julio de 2011
Padre, Papá y Papi
Hasta hace cosa de un siglo, los hijos acataban el cuarto mandamiento como un verdadero dictamen de Dios. Imperaban normas estrictas de educación:
Nadie se sentaba a la mesa antes que el padre, nadie hablaba sin permiso del padre, nadie repetía el almuerzo sin el permiso del padre, nadie se levantaba de la mesa si el padre no se había levantado antes; por algo era el padre.
La madre fue siempre el eje sentimental de la casa, el padre siempre la autoridad suprema.
Cuando el padre miraba fijamente a la hija, esta abandonaba todo; a una orden del padre los hijos varones cortaban leña, alzaban bultos o se hacían matar en la guerra.
Todo empezó a cambiar hace unas siete décadas, cuando el padre dejó de ser el padre y se convirtió en papá. El mero sustantivo era ya una derrota. Padre es una palabra sólida, rocosa, imponente.
Papá es un apelativo para oso de felpa o para perro faldero; da demasiada confianza. Además, la segunda derrota es que papá es una invitación al infame tuteo, con el uso de papá el hijo se sintió autorizado para protestar, cosa que nunca había ocurrido cuando el papá era el padre.
A diferencia del padre, el papá era tolerante. Permitía al hijo que fumara en su presencia, en vez de arrancarle los dientes con una trompada, como hacía el padre en circunstancias parecidas. Los hijos empezaron a llevar amigos a la casa y a organizar bailes y bebidas, mientras papá y mamá se desvelaban y comentaban en voz baja: Bueno, por lo menos tranquiliza saber que están tomándose unos tragos en casa y no en quién sabe dónde.
El papá marcó un acercamiento generacional muy importante, algo que el padre desaconsejaba por completo. Los hijos empezaron a comer en la sala mirando la tele, mientras papá y mamá lo hacían solos en la mesa; tomaban el teléfono sin permiso, sacaban dinero de la cartera de papá y usaban sus mejores camisas. La hija comenzó a salir con pretendientes sin chaperón y a exigirle a papá que no le pusiera mala cara al insoportable novio y que le ofreciera que, en vez de llamarlo "señor González", como habría llamado al padre, que lo llamara simplemente "Tato".
Papá seguía siendo la autoridad de la casa, pero una autoridad bastante maltrecha. Nada comparable a la figura prócer del padre. Era, en fin, un tipo querido; lavaba, planchaba, cocinaba y, además, se le podía pedir un consejo o también dinero prestado.
Y entonces vino papi.
Papi es un invento reciente de los últimos 20 ó 30 años. Descendiente menguado y raquítico de padre y de papá, ya ni siquiera se le consulta ni se le pregunta nada. Simplemente se le notifica. Papi, me llevo el carro, dame para gasolina. Le ordenan que se vaya al cine con mami mientras los hijos están de fiesta y que, cuando vuelvan, entren en silencio por la puerta de atrás. Tiene prohibido preguntarle a la nena quién es ese tipo despeinado que desayuna descalzo en su cocina. Ni hablar de las tarjetas de crédito, la ropa, el turno para ducharse, la afeitadora, el ordenador, las llaves. Lo tutean y hasta le indican cómo dirigirse a ellos: ¡Papi, no me vuelvas a llamar "chiquita" delante de Jonathan!
Aquel respeto que inspiraba el padre y, hasta cierto punto el papá, se transformó en exceso de confianza además de convertirse en un franco abuso hacia papi:
¡Oye, papi, se me está acabando el whisky! ¡Oye papi, anda a comprar pan!
No sé qué seguirá después de papi. Supongo que la esclavitud o el destierro definitivo.
Yo estoy aterrado, después de haber sido nieto de padre, hijo de papá y papi de mis hijos, mis nietas han empezado a llamarme "pa"..........!!!
CREO QUE QUIEREN DECIR ... ¡ ¡ ¡ ¡PA QUE MIERDA SERVIS! ! ! !
(Daniel Samper Pizano)
El artículo “Padre, papá, papi” fue publicado en la revista Carrusel del diario El Tiempo, el viernes 12 de Junio de 2009
Daniel Samper Pizano (Bogotá, 1945). Periodista, escritor y uno de los columnistas más destacados y más leídos de la prensa colombiana
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Da para pensar ya que hay mucho de cierto en sus reflexiones. Dichoso equilibrio: ¿Seremos capaces de encontrarlo alguna vez?
ResponderEliminarUn abrazo.
Entonces a los que nos llaman "papito" o "papichulo"...debe ser el acabose.
ResponderEliminarSalu2
Hola Katy!! Lo amé demasiado a mi padre y le decía papi, papino y él me decía mil sobrenombres dulces. Nunca le falté el respeto, él sólo vino con un auto de regalo, nunca pensé en sacarle el suyo. Leo el artículo y me caen las lágrimas, amo a mi papi aunque ya no esté. Creo que todo se basa en una buena educación.
ResponderEliminarBesosssssss
Bueno yo era de las de papá y tuteo, pero siempre con mucho respeto, pero no miedo.
ResponderEliminarA eso si recuerdo que si había un huevo era para él, pues tenia que ir a trabajar, como mi madre se lo hacía frito nos daba una untadita con un poco de pan. También recuerdo que mi papá siempre tenía su sitio en la mesa.
Quise mucho a mis papás y aunque fueron tiempos difíciles, se pasaron de la mejor manera posible.
Un beso Katy
Efectivamente, Javier qué difícil es encontrar el dorado término medio.
ResponderEliminarEntre el autoritarismo, el respeto, la tolerancia y hago lo que me da la gana hay un sin fin de tonalidades.
Para mi el repeto es lo más importante en todos los órdenes de la vida.
Un abrazo y buena semana
Hola Toni, no creo que la forma de llamar a un padre sea lo más importante en una relación padre e hijo. Conozco gente que les llama de Ud. y tampoco les respetan demasiado. Papuchi, papaito, papi son otras formas de llamar al padre igual de bellos, pero hay quien les llama "tronco y colega" y a mi la verdad es que no me gusta. Para eso prefiero el nombre propio.
ResponderEliminarUn abrazo Toni
Comparto contigo Gabriela, que lo fundamental es la educación y no la cercanía. Una padre tiene que ser cariñoso con sus hijos, no solo una figura severa.El respeto se puede conseguir de muchas formas. Lo que pasa que la sociedad hoy no le da valor a la paternidad ni a la maternidad.
ResponderEliminarUn beso
Yo tanbien al igual que tú Josefina respetaba a mi padre pero nunca tuve miedo. Siempre pude compartir mis puntos de vista. Pero hasta hace 5 años que le perdí le traté con educación y el respeto que merecía.
ResponderEliminarUn beso
Asi creo que debe ser. Hoy los hijos (no todos por supuesto) tratan a sus padres de iguales, les exigen, contestan mal y a mi eso desde luego no me gusta. La educación y el respeto no se deben perder nunca. Y hoy desde luego los padres pecan en consentir demasido y los hijos se creen con todos los derechos y obligaciónes ninguna,
ResponderEliminarUn beso Ana
El Kid esta en el respeto que el hijo tenga al padre y en el respeto que ese padre sepa ejercer.Tengo primos que siempre llamaron a su madre "vieja", y sus hijos les llaman ahora a ellas "viejas" y se enfadan.
ResponderEliminarLlame a mi padre "apa" y "ama" y lo que ellos decian iba a misa.
Hola Raquel a mi no me gustaría que mis hijos me llamaran "ni vieja" me llaman mamá y mis nietos Katy por mi nombre que me encanta.
ResponderEliminarPero creo el problerma no está en en el cómo te llamen como dices, si no en la educación.
Un beso y buena semana
Lo he disfrutado plenamente.
ResponderEliminarGustoso leerlo por la sencillez en que expresa sentires tan reales y a veces tragicómicos.
Gracias por compartirlo.
Cariños
En principio creo que la forma de llamar no impide el respeto, no obstante, ciertas formas de llamar si que indican la ausencia del mismo. Un saludo
ResponderEliminarBuenísimo. Refleja la transformación familiar. Mal que nos pese, y por supuesto no en todas las casas, lo que refleja es lo que hay. Realidad pura....y dura
ResponderEliminarPués Abu por desgracia refleja con bastante exactitud la relidad reinante y el caos a todos los niveles. No nos aclaramos.
ResponderEliminarUn beso y buena semana
Me imagino por el artículo que el autor lo ha utilizado metafóricamente, lo que no impide que la diferencia generacional que ha sido evidente ahora sea abismal. Los hijos solo tienen derechos,
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Teresa comparto lo que dices, lo vivo a diario. A veces es más suave otras aún peor.
ResponderEliminarLa familia no es ningún valor. Esto se palpa no solo en los hogares sino en las aulas y el trato de los jóvenos hacia los mayores.
Un beso
Hola Katy he hecho una escapada y me he conectado.
ResponderEliminarDesde luego algunas veces pienso que es lo que estamos haciendo mal. Hemos pasado de un extremo a otro.
Espero que el resultado a pesar de todo sea bueno con la experiencia que les tocara vivir como a Todos.
Un fuerte abrazo y hasta pronto.
Bueno, parece que ya no se puede reducir más, ni el nombre ni el respeto! Así que el único camino que queda ya es el de regreso. Tal vez se recupere algo del respeto y los valores perdidos, y nos quedemos en un ideal término medio.
ResponderEliminarFeliz comienzo de semana, madame
Bisous
Hola Mari C. Yo tambien lo espero, los extremos se tocan y no auguran nada bueno.
ResponderEliminarMe imaginao que la generación de nuestros nietos pondrá las cosas en su justo sitio.
Un beso y gracias por pasar:)
Así es Madame, queda la vuelta a casa, en dónde los padres sean padres y no autoritarios y los sean hijos respetuosos.
ResponderEliminarCreo que esto ha sido motivado por egoísmo de ambas partes.
Bisous, me alegro encontarla
Como dices, las palabras cuentan y mucho. No es lo mismo llamar padre que papito. Hemos acortado tanto la distancia que, en muchos casos ha cesado la autoridad y de esos barros estos lodos. Besos.
ResponderEliminarEstá bien acortar distancias pero no igualarnos porque nunca un padre será amigo, por mucha confianza que haya. Somo lo que somos y se ha pretendido mucho más hasta que hemos cruzado la linea roja.
ResponderEliminarUn abrazo Francisco
Yo creo que el problema empezó, cuando los padres pasaron a ser amigos de los hijos, perdieron autoridad, hay que entenderlos, convivir con ellos, pero sin cambiar los papeles, hoy les tienen miedo a los hijos, de sus reacciones, y no se atreven a enderezarlos. Un beso Martha.
ResponderEliminarHola Martha, una opinión muy cercana a la realidad. No se puede ser amigo de los hijos, es imposible. Ellos están en otra onda. Hay que estar cerca, entenderles pero cada uno en su papel.
ResponderEliminarUn beso