"La mejor herencia que se le puede dar a un niño para que pueda hacer su propio camino, es permitir que camine por sí mismo." Isadora Duncan

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Abel Pérez Rojas

"No entiendes realmente algo a menos que seas capaz de explicárselo a tu abuela." Albert Einstein

Forman parte de la orquesta

lunes, 23 de febrero de 2009

Josefina la glotona (Bupsi V)








Ya os he contado muchas cosas de Bupsi, le conocéis bien, creo que incluso lo sentís cerca. Pero hoy nuevamente volvemos al pueblo de mi abuelita, para contaros lo bonito que era, descansando a orillas de un bosquecillo. En el centro tenía una pequeña placita, rodeada de casitas bajas de tejados rojos y como todas las plazas de los pueblos tenía su pequeña fuente de agua limpia para beber. Allí estaban la escuela, el establecimiento de comestibles que además vendía las pocas chuches de esa época, el pan, harina, azúcar, legumbres, jabón y poco más, un estanco y la pequeña tienda del sastre en primera línea que además surtía de hilo, aguja y telas a todos los vecinos . Todas las casitas contaban con su pequeño jardín lleno de flores y de árboles frutales. Ciruelas, manzanas peras, melocotones, uvas adornaban la huerta que escondía sus pequeños establos para las todo tipo de animales domésticos y sus leñeras para guardar la leña que recogían en verano para calentarse durante el largo invierno. Y por supuesto no podía faltar la Iglesia con su campanario. Las cuatro calles tenían el suelo de adoquines muy limpios, porque nadie tiraba basura ni desperdicios al suelo.
Corría a las afueras un pequeño riachuelo junto a una preciosa pradera salpicada de patitos y gansos que correteaban entre las margaritas. Rodeaban la pradera grandes campos de girasoles y de trigo, que en verano brillaban con reflejos dorados y que hacían las delicias de los niños que jugaban al escondite en ellos. Era el típico pueblo de cuento. Tal vez por eso Bupsi escogió este lugar tan especial para vivir.
En el verano tenían que trabajar y hacer las conservas de frutas y verduras (compota de manzana, melocotones, peras, mermeladas) y de verduras (judías verdes, guisantes, tomates, pimientos, habas, zanahorias) y la matanza para tener jamón, chorizos y carne para los meses de frío. No era como ahora que hay grandes supermercados en donde podemos comprar cualquier cosa que se nos ocurra.
Al lado de la casa de la abuelita vivía sus primos dos chicas y un chico. Leonor, que tenía la edad de Nani que así llamábamos a la Abu, Josefina con 8 y Juan que tenía 6.
Como todos los niños cuando volvían de la escuela colaboraban con tareas de la casa. Leonor ayudaba a su madre en la cocina, preparar el baño de los hermanos y la ropa del día siguiente. Juan se iba al prado a recoger los patos y gansos desperdigados con otros niños de su edad, y Josefina a hacer los recados. Era muy guapa, rubia y de grandes ojos azules. Buena estudiante, cariñosa pero tenía un gran defecto que era glotona. Se comía todo lo que pillaba, sin pensar en los demás, sobre todo si era dulce. Se había acostumbrado que cuando iba a hacer los recados todos los del pueblo le daban a algo bombones, galletas, caramelos para repartir con sus hermanos que no veían nada. Antes de llegar ya había acabado con todo. En invierno solía subir a escondidas al desván y mordisqueaba todo lo que pillaba y abría los tarros de mermelada y fruta que alcanzaba a coger. Así paso que cuando cumplió los 8 años estaba como un barrilito de gorda y ya empezaban a llamarla “Dundi” que quiere decir cariñosamente “Gordi”.
Ese año los tres hermanos se juntaron para decorar el árbol de Navidad con caramelos de colores vistosos y bombones que era la costumbre, pero cual no fue la sorpresa que a la mañana siguiente las ramas del árbol estaban casi peladas. Solo colgaban restos de papel que envolvía los bombones y algún que otro caramelo desperdigado.
Los padres y hermanos estaban tristes, porque ya no sabían que hacer con Josefina. No valían ni los sermones ni los castigos.
Igual que Bupsi le había dado un escarmiento a Nani podía dárselo a Josefina se dijo la madre, no le vendría nada mal ¿Por qué que iba a ser de la niña si seguía devorando todo los dulces que pillaba?
En Junio iba a cumplir 9 añitos. Bupsi lo sabía y estaba tramando algo. Había escuchado a su madre. Tenía que enseñarle a esta comelotodo que así no podía seguir.
Cantaron cumpleaños feliz y si se descuidan no prueban la tarta, porque Josefina no comía, devoraba. Era un saco sin fondo.
Una vez acabada la merienda Josefina subió contenta a su habitación para abrir todos los regalos que había recibido, que eran muchos y no sabía por dónde empezar. Que bonitos eran todos. De pronto reparó en uno que estaba de la cama que no recordaba haber visto. Era una cajita. Dejó el resto e intrigada la abrió. Contenía una nota: “Soy un amiguito y te tengo una sorpresa. Acércate esta noche a la fuente a las 8 y te daré tu regalo” ¿Quién sería el graciosillo?
Julián, Pedro, Miguel o tal vez Enrique…. Miró el reloj y faltaba poco para que la torre de la Iglesia diera las campanadas, así que salió corriendo a toda velocidad.
¡Madre mía! Se encontró con una tarta de chocolate enorme. La más grande que había jamás. Estaba decorada con miles de caramelos brillantes, y coronada por una inmensa flor que se podía comer también. Y por supuesto había una nota de Bupsi: “Espero que compartas esta tarta con todos los niños del pueblo”
“Si, si , dijo Josefina en voz alta, voy a compartir yo mi tarta. Esto es para mi solita y no paró de comer hasta que la terminó. Cuando quiso volver a casa no pudo levantarse por más que lo intentó, se encontraba tan mal que se desmayó y cayó al suelo. Allí la encontraron sus padres. Estuvo un mes sin poder comer nada, vomitaba y vomitaba sin parar. Perdió peso y volvió a estar delgada. Lo pasó tan mal que una vez que se pudo levantar de la cama hizo la promesa de no volver a ser tan egoísta y aprendió a compartir los dulces y golosinas con todos.
Una tarde al volver del colegio encontró de nuevo en su cama una cajita con una sortija que tenía una perla y por supuesto sabemos que Bupsi que siempre dejaba una nota escribió:
“Sé que has aprendido la lección y compartir con los demás las alegrías, los dulces y hasta las penas. Pero por si se te olvida la perla se pondrá amarilla y arrugada y ya no podrás llevarla nunca más”
Josefina creció, se casó y la perla jamás dejo de lucir blanca y radiante en su dedo.

17-9-1980

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“EL TIEMPO QUE PERDISTE POR TU ROSA HACE QUE TU ROSA SEA TAN IMPORTANTE”. Saint-Exupéry

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