En un planeta muy lejano en medio del millar de estrellas del firmamento brilla Duendiland, el país de nuestros duendecillos. De noche cuando nos asomamos al cielo lo podemos distinguir porque es un poco mayor que el resto de las estrellas, que le rodean.
Santa Klaus recibía miles de cartas de todos los rincones del planeta Tierra, estaba cada año más agobiado de trabajo. Fabricar juguetes, envolver cientos de paquetes, escribir etiquetas y encima tenerlos que repartir le iba costando cada vez más. Por esta razón muchos niños se habían quedado el año anterior sin sus juguetes.
“Necesito ayuda, no me da tiempo hacerlo todo, y no se me ocurre nada” rezongó en voz alta mientras se tocaba su barba blanca. Pensando sea acordó de su amiga el Hada Estrella, que seguro tendría alguna solución o idea al respecto y ciertamente no se equivocó.
Hada Estrella se dirigió a un hermoso lago de aguas transparentes en cuya orilla crecían unas hermosas flores azules en forma de campanitas. Las tocó con su varita mágica, mientras repetía con voz dulce “”Satinaca Satinaca Denedu” A la tercera vez que pronunció estas palabras cada florecilla campana se abrió convirtiéndose en un pequeño hombrecillo hasta que formó una multitud de duendecillos a su alrededor.
“Mis queridos duendes, os he creado porque necesito vuestra ayuda. Miles de niños en el planeta Tierra dependen de vosotros para recibir sus regalos a tiempo. Santa tiene serios problemas en preparar todos los regalos para el 24 de Diciembre.
Tenéis 6 meses para organizarlo todo. Unos tenéis que inventar los juguetes, otros buscar los materiales para fabricarlos, otros hacerlos, pintarlos etc. Hacen falta muchas manos para esto y al final guardar los paquetas en cajas, envolver los regalos en papeles de colores y poner el nombre de los destinatarios, es mucho trabajo también.
Uno de los duendecillos no le gustó nada la idea de hacer todo eso porque estaba muy gusto de ser campanilla preguntó: “¿Por qué Hada Estrella no lo haces tu todo con la varita mágica”? Ella le respondió dulcemente que no tenía magia para tanto. Su poder era limitado. No podía hacer aparecer miles de regalos de la nada. Solo podía convertir duendes. Y diciendo esto le tocó con su varita y le dijo. “Tú serás el jefe y encargado de distribuir todas las tareas y los demás te obedecerán. Empezaréis ahora mismo que no hay tiempo que perder”
Todo el ejército de duendes se puso en marcha. Aquello parecía un hormiguero. Minúsculas personitas de aquí para allá llevando y trayendo cosas. Levantaron los talleres y los pintaron de rojo, construyeron carretillas, fabricaron grúas, herramientas, pinturas, mesas sillas. Hicieron una verdadera fábrica de juguetes. Finalmente construyeron sus casitas, las pintaron de blanco para que brillasen sobre la verde pradera. En una semana habían hecho una ciudad y estaban listos para empezar con la tarea.
Que maravilloso era verles trabajar. Papeles, maderas, plásticos, telas, que se iban transformando en trenes, muñecos, coches, aviones, barcos y figuras (soldaditos, payasos, indios, pistoleros del oeste), desfilaban unos detrás de otros en cadena a la pintura y luego a la sección de empaquetados, con sus etiquetas.
Todo estaba preparado para darle la sorpresa a Santa que no sabía nada hasta que el Hada Estrella le trajo al nuevo poblado. Y se la dio. Cuanta alegría e ilusión podría llevar ahora a todos los niños y hasta ponerse de acuerdo con Papa Noel y Los Reyes para repartirse los lugares y países y así llegar a todos los rincones del planeta Tierra. Santa Klaus distribuyó las nuevas tareas y a Bupsi Nº 1 le encomendó la sección de las tarjetas, a Bupsi Nº 2 clasificar los juguetes, a Bupsi Nº 3 de buscar las direcciones y el distrito postal de los niños, a Bupsi Nº 4 organizar todo los trineos para el reparto y cuidar de los renos a los que había que alimentar, y a Bupsi Nº 5 le ordenó vigilar el comportamiento de los niños a ver quien se portaba bien y quien menos bien.
Cada uno de los cinco tenía que elegir su equipo de 100 Bupsis y coordinar los nuevos trabajos asignados hasta Navidad.
A otros se les encomendó plantar pinos y fabricar los adornos de para los árboles de Navidad. Así amiguitos el planeta de Duendiland se convirtió en el país de los juguetes.
Llegó el 24 de Diciembre, Santa se vistió se puso su gorro rojo con la borla, se calzó las botas y montado sobre un gran trineo tirado por renos bajó a la tierra acompañado de los cinco duendes. Entraron por muchas chimeneas y repartieron todos los regalos. Hasta Duendilandia se oían las risas de los niños.
Hada Estrella no se cansaba de felicitar al jefe de los Bupsis por la tarea tan maravillosa que realizaban cada año. Pero ahora además venía a pedirle un nuevo favor.
Vengo a trasladar una petición de las mamás y papás y profesores que opinan que no es justo que todos los niños reciban regalos por igual. Hay niños que se portan mejor, son más estudiosos que otros que son más desorientes y menos trabajadores. Haría falta que unos Bupsis bajaran a la Tierra y se quedara a vivir y estudiar el comportamiento de los niños durante todo el año, no solo en tiempo de Navidad.
Me parece una buena idea. Hay algunos Bupsis que les encantan los niños. Les mandaré y vivirán en la orilla de los bosques, cerca pueblos y vigilaran a los niños durante los recreos y en sus idas y venidas a casa. A los más traviesos les darán buenas lecciones de cómo comportarse y ser obedientes.
Así fue como Hada Estrella los acercó en una nube a la Tierra. Aún era de noche cuando los Bupsi se iban repartiendo por los bosques tirándose en un diminuto paracaídas y uno de ellos cayó en el pueblo de mi abuelita que dormía plácidamente sin sospechar que unos ojitos la estaban vigilando desde ese momento.
Alguna seta grande se convirtió en una acogedora casita y los animalitos pronto se hicieron amigos de los hombrecillos verdes con gorrito rojo que habían ido a convivir con ellos.
Duendilandia sigue brillando con fuerza entre las estrellas y tal vez haya un Bupsi ahora mismo cerca observándote…
16-9-1980
Santa Klaus recibía miles de cartas de todos los rincones del planeta Tierra, estaba cada año más agobiado de trabajo. Fabricar juguetes, envolver cientos de paquetes, escribir etiquetas y encima tenerlos que repartir le iba costando cada vez más. Por esta razón muchos niños se habían quedado el año anterior sin sus juguetes.
“Necesito ayuda, no me da tiempo hacerlo todo, y no se me ocurre nada” rezongó en voz alta mientras se tocaba su barba blanca. Pensando sea acordó de su amiga el Hada Estrella, que seguro tendría alguna solución o idea al respecto y ciertamente no se equivocó.
Hada Estrella se dirigió a un hermoso lago de aguas transparentes en cuya orilla crecían unas hermosas flores azules en forma de campanitas. Las tocó con su varita mágica, mientras repetía con voz dulce “”Satinaca Satinaca Denedu” A la tercera vez que pronunció estas palabras cada florecilla campana se abrió convirtiéndose en un pequeño hombrecillo hasta que formó una multitud de duendecillos a su alrededor.
“Mis queridos duendes, os he creado porque necesito vuestra ayuda. Miles de niños en el planeta Tierra dependen de vosotros para recibir sus regalos a tiempo. Santa tiene serios problemas en preparar todos los regalos para el 24 de Diciembre.
Tenéis 6 meses para organizarlo todo. Unos tenéis que inventar los juguetes, otros buscar los materiales para fabricarlos, otros hacerlos, pintarlos etc. Hacen falta muchas manos para esto y al final guardar los paquetas en cajas, envolver los regalos en papeles de colores y poner el nombre de los destinatarios, es mucho trabajo también.
Uno de los duendecillos no le gustó nada la idea de hacer todo eso porque estaba muy gusto de ser campanilla preguntó: “¿Por qué Hada Estrella no lo haces tu todo con la varita mágica”? Ella le respondió dulcemente que no tenía magia para tanto. Su poder era limitado. No podía hacer aparecer miles de regalos de la nada. Solo podía convertir duendes. Y diciendo esto le tocó con su varita y le dijo. “Tú serás el jefe y encargado de distribuir todas las tareas y los demás te obedecerán. Empezaréis ahora mismo que no hay tiempo que perder”
Todo el ejército de duendes se puso en marcha. Aquello parecía un hormiguero. Minúsculas personitas de aquí para allá llevando y trayendo cosas. Levantaron los talleres y los pintaron de rojo, construyeron carretillas, fabricaron grúas, herramientas, pinturas, mesas sillas. Hicieron una verdadera fábrica de juguetes. Finalmente construyeron sus casitas, las pintaron de blanco para que brillasen sobre la verde pradera. En una semana habían hecho una ciudad y estaban listos para empezar con la tarea.
Que maravilloso era verles trabajar. Papeles, maderas, plásticos, telas, que se iban transformando en trenes, muñecos, coches, aviones, barcos y figuras (soldaditos, payasos, indios, pistoleros del oeste), desfilaban unos detrás de otros en cadena a la pintura y luego a la sección de empaquetados, con sus etiquetas.
Todo estaba preparado para darle la sorpresa a Santa que no sabía nada hasta que el Hada Estrella le trajo al nuevo poblado. Y se la dio. Cuanta alegría e ilusión podría llevar ahora a todos los niños y hasta ponerse de acuerdo con Papa Noel y Los Reyes para repartirse los lugares y países y así llegar a todos los rincones del planeta Tierra. Santa Klaus distribuyó las nuevas tareas y a Bupsi Nº 1 le encomendó la sección de las tarjetas, a Bupsi Nº 2 clasificar los juguetes, a Bupsi Nº 3 de buscar las direcciones y el distrito postal de los niños, a Bupsi Nº 4 organizar todo los trineos para el reparto y cuidar de los renos a los que había que alimentar, y a Bupsi Nº 5 le ordenó vigilar el comportamiento de los niños a ver quien se portaba bien y quien menos bien.
Cada uno de los cinco tenía que elegir su equipo de 100 Bupsis y coordinar los nuevos trabajos asignados hasta Navidad.
A otros se les encomendó plantar pinos y fabricar los adornos de para los árboles de Navidad. Así amiguitos el planeta de Duendiland se convirtió en el país de los juguetes.
Llegó el 24 de Diciembre, Santa se vistió se puso su gorro rojo con la borla, se calzó las botas y montado sobre un gran trineo tirado por renos bajó a la tierra acompañado de los cinco duendes. Entraron por muchas chimeneas y repartieron todos los regalos. Hasta Duendilandia se oían las risas de los niños.
Hada Estrella no se cansaba de felicitar al jefe de los Bupsis por la tarea tan maravillosa que realizaban cada año. Pero ahora además venía a pedirle un nuevo favor.
Vengo a trasladar una petición de las mamás y papás y profesores que opinan que no es justo que todos los niños reciban regalos por igual. Hay niños que se portan mejor, son más estudiosos que otros que son más desorientes y menos trabajadores. Haría falta que unos Bupsis bajaran a la Tierra y se quedara a vivir y estudiar el comportamiento de los niños durante todo el año, no solo en tiempo de Navidad.
Me parece una buena idea. Hay algunos Bupsis que les encantan los niños. Les mandaré y vivirán en la orilla de los bosques, cerca pueblos y vigilaran a los niños durante los recreos y en sus idas y venidas a casa. A los más traviesos les darán buenas lecciones de cómo comportarse y ser obedientes.
Así fue como Hada Estrella los acercó en una nube a la Tierra. Aún era de noche cuando los Bupsi se iban repartiendo por los bosques tirándose en un diminuto paracaídas y uno de ellos cayó en el pueblo de mi abuelita que dormía plácidamente sin sospechar que unos ojitos la estaban vigilando desde ese momento.
Alguna seta grande se convirtió en una acogedora casita y los animalitos pronto se hicieron amigos de los hombrecillos verdes con gorrito rojo que habían ido a convivir con ellos.
Duendilandia sigue brillando con fuerza entre las estrellas y tal vez haya un Bupsi ahora mismo cerca observándote…
16-9-1980
Es casi premonitorio la similitud de los duendes y Santa Klaus con los elfos y Papa Noel y la fábrica de juguetes, de la película "ElPolar Express" Curioso que lo hayas escrito en año 1980. Me ha gustado, creo que cuando lo lean los peques también les gustará.
ResponderEliminarTu sigue.......