LLANTO POR MI TIERRA NEGRA.
(El romance que nunca hubiera querido escribir)
Después de tres días y noches
evacuado de ti, lejos,
amaneces, tierra mía,
toda vestida de negro.
No solo negro de muerte.
Negro de luto y silencio,
negro de tu piel quemada,
negro de lúgubre entierro.
Tus pinos, que antes lucían
verdes, altivos y esbeltos,
como guardas vigilantes
de la paz de nuestros pueblos,
hoy dormitan masacrados,
cabizbajos y maltrechos,
tristes y heridos de muerte
por este maldito infierno.
Duermen también calcinados,
en raquítico esqueleto,
los corzos y jabalíes,
los conejos y los ciervos,
zorras, rebecos y liebres
y hasta los lobos tan fieros.
Huelen a esencia quemada
jara, tomillo y romero,
mueren abejas a miles
y, de pena, el colmenero.
La garganta se atraganta,
y el aire se vuelve espeso,
y gime encogida el alma,
y se estremecen los cuerpos.
Llueven ceniza las nubes
y oscuro se vuelve el suelo.
El sol se tiñe de rojo,
rojo sangre, rojo fuego,
y luce el color rojizo
en el mismísimo cielo.
Solo existe negro y rojo,
negro y rojo, rojo y negro.
Algunos dieron su vida
para salvarnos del fuego.
Todos un poco perdimos
y muchos, mucho perdieron.
Unos perdieron cosechas,
otros sus casas, recuerdos,
los paisajes añorados,
el salón de los encuentros,
esos sueños olvidados
que ya nunca más volvieron.
Los montes que protegían
y a muchos daban sustento.
Los castaños centenarios,
robledales casi eternos,
esas viñas que plantaron
con mimo nuestros abuelos.
Ecos de infancia lejana,
entre risas y entre juegos…
Sólo nos queda la angustia,
nueva pena y nuevos miedos.
Arde nuestro corazón,
y se enciende todo el cuerpo,
nuestra alma chisporrotea
crepita nuestro cerebro
y todo nuestro interior
se está quemando, y ardiendo.
Sin poder hacer ya nada,
enjugados en lamentos,
todavía aterrorizados
y temerosos, e inquietos,
de que todo se repita
si no ponemos remedio.
¡Por favor! ¡Socorro! grita
alarmado el pueblo entero.
¡Detengan esta vorágine!
¡Por favor, ponedle freno!
Pero nadie los escucha,
oídos sordos y necios,
que siguen año tras año,
con tropiezo tras tropiezo.
El pueblo sigue gritando,
rompiendo el mudo silencio:
¡Ay, socorro, por favor!
¡Apagad ya nuestro fuego!
Las fuentes de agua, antes clara,
hoy manan líquido negro.
Tiemblan de miedo las truchas
de nuestros ríos trucheros.
Tiembla el Jamuz, la Valduerna,
La Valdería y el Bierzo.
Lloran Eria, Duerna y Órbigo,
Tera, y hasta el mismo Duero.
Llora de rabia y de pena
nuestro querido Teleno.
Lloran los Picos de Europa,
y lloran con desconsuelo
Maragatería, Cabrera,
Médulas, el Morredero,
Galicia, Zamora, Asturias…
¡Y llora León entero!
Y lloro yo, con angustia,
por mi tierra, a la que quiero
y, a pesar de que está negra,
yo la seguiré queriendo.
Que mi tierra y mi interior
todavía siguen ardiendo.
Y yo ardo de amor por ella,
y de ella soy prisionero.
Por favor, ya, por favor,
apagadme ya estos fuegos
que me matan poco a poco,
poco a poco estoy muriendo.
¡Echad agua, por favor!
¡Apagadme ya estos fuegos
y volved a pintar verde
lo que hoy es todo negro!
Pinilla de la Valdería, 17-8-2025
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Bienvenido. Gracias por tus palabras , las disfruto a tope y además aprendo.