Un día, un niño dijo a su madre:
—¡Quiero irme lejos y viajar por todo el mundo!
la madre le respondió:
la madre le respondió:
—Pues yo iré contigo, para protegerte y que no te pase nada malo.
—Entonces, voy a ser un río y el agua que lleve correrá por la tierra a toda velocidad
—Entonces, voy a ser un río y el agua que lleve correrá por la tierra a toda velocidad
—dijo el niño.
A lo que la madre respondió:
—Pues yo seré la tierra que bordea el río para guiar su curso.
Al escucharla, el niño se enfadó y dijo: —Entonces, voy a ser un pájaro que pueda volar tan lejos y tan rápido como el viento.
La madre permaneció callada unos segundos y después, mirando con cariño a su hijo, dijo:
La madre permaneció callada unos segundos y después, mirando con cariño a su hijo, dijo:
—Pues yo echaré unas raíces profundas en la tierra y me convertiré en el árbol al que tú puedas volver cuando quieras, toda tu vida.
M. Preußler, Kassel
M. Preußler, Kassel
Un cuento delicioso y muy ajustado a la verdad. El amor de la madre es tan infinito que sirve para ponerlo de ejemplo e imaginar cómo será el de Dios.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Francisco . Agradezco tu comentario y lo bien que escribes. Es una alegría leerte. El cuento me ha parecido bello y veraz. Nada como el amor y la paciencia de una madre. Un abrazo
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