CAPÍTULO 1, DEL VIAJE A INGLATERRA
Debían ser las tres y media de la tarde. Llevábamos alrededor de una hora y media adheridos a los asientos del avión cuando sonó una voz que nos indicaba que en seguida íbamos a aterrizar. Había tenido que dejar a Nicolás en Madrid.
Durante el viaje había podido observar cómo eran nuestros acompañantes. El inspector Stevenson parecía el hermano gemelo de Miller, pegadito, pegadito a él. Orgulloso, incoherente y absurdo, con su pelo largo y grasiento desparramado por su cuello, me demostraba realmente que yo era la única oportunidad que les quedaba. Stevenson me recordaba al profesor Severus Snape, de los libros de Harry Potter.
El signore Riccardi, por el contrario, era el más astuto, sensato y razonable de ellos dos. Era muy bajito, pelirrojo y con unas gafotas de montura redonda (cuando digo que eran unas gafotas es porque eran unas gafas gigantescas). Nos sentamos juntos en el avión y estuvimos hablando durante todo el viaje sobre nada en concreto, hasta que él sacó el tema del robo al banco italiano de hacía varios meses. Entonces le expliqué que había sido yo la persona que había resuelto el enigma y recuperado todo el dinero. El signore Riccardi tosió muy fuerte, se colocó bien las gafas, miró al techo y preguntó:
- ¿De verdad fue usted? Reciba mi más cordial felicitación. Puede considerarme su amigo.
En ese momento el inspector Stevenson interrumpió nuestra conversación:
- Ah, con que es usted el que resolvió ese misterio ¿eh? Tengo entendido que también fue usted quien resolvió el caso del conde Shacaroff, ese ruso extravagante, ¿no? Vaya, vaya, voy a tener de ayudante al “rey de los detectives”...
Yo intenté defenderme. ¿Cómo que su ayudante? Quise decirle algo pero ya se había dado la vuelta. Me dirigí al inspector Miller para preguntarle.
- ¡Ah, sí! Tú estarás con el inspector Stevenson para ser su ayudante en todo este asunto. Luego es posible que vuelvas a tu posición habitual. Ahora, ninguna palabra más ¿de acuerdo? - me contestó, con una mueca burlona -.
Me volví a sentar, indignado. Aquella era una injusticia tremenda.
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Momentos después aterrizamos en un aeropuerto de las afueras de Londres y fuimos a tomar un taxi para recorrer toda la ciudad. Pasamos el Támesis por un puente y continuamos rodeando el Big Ben con sus agujas de cuatro metros. Entramos en la City, que es el centro de Londres. Yo nunca había salido de España excepto cuando era pequeño, que fui a Francia y a Portugal, y hacía veinte años, cuando fui a Rusia por el caso del conde Shacaroff. Todo lo que ahora veía lo había visto sólo en fotografías o en dibujos y tenía poco que ver con aquello que tenía delante. Estaba maravillado. Pasamos al lado de la Royal Exchange, la antigua bolsa de Londres. El inspector Miller interrumpió mis observaciones.
- Los abogados del duque me han contado que éste acababa de ganar por cuarta vez un torneo de golf. Él y su mujer aprovecharon el dinero del premio para ir a un restaurante de lujo.
- ¡Anda! ¿Estaba casado? No lo decía en el periódico...
- Eso es porque hay que mantener la información en el máximo secreto, tontaina... Resulta que su mujer, para darle una sorpresita, había invitado a un montón de familiares y amigos para quedarse y pasar la tarde. Al final todos menos dos se quedaron a dormir. Tendremos que avisar a todos para pedirles que se reúnan en la mansión...
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¡¡!BUMMM!!!
El coche pegó un frenazo brusco y alguien desde fuera abrió la puerta. Ante mis ojos contemplé, asqueado, que se trataba del sargento Burke, el voluminoso ayudante del inspector Miller. Él también parecía rabioso porque el inspector me hubiera puesto a mí de ayudante. Detrás de él estaba el ya conocido agente Giraldo. Se apartaron y pude contemplar la “mansioncita” del duque de Blackhouse. Con cuatro pisos bien colocados, unas construcciones de piedra parecidas a almenas y un glorioso torreón en lo alto, aquello parecía más un castillo medieval que una mansión contemporánea. Sólo le faltaba el foso.
El sargento nos condujo al interior. En ese momento vino corriendo un señor muy delgado, con lentes, pelo negro y de rostro lúgubre. Debía de tener unos cuarenta años. Se puso a hablarnos rápida y excitadamente:
- Are you the detectives? Come on, come this way, please.
Aquella persona (que a juzgar por su ropa parecía ser un sirviente, un mayordomo) nos hablaba en inglés. Nos estaba diciendo que le siguiéramos.
Nos condujo hasta un gran salón, con sofás a los lados y un gran piano de cola en un extremo. En la pared de detrás del piano, a unos dos metros del suelo, había un escudo de armas, con dos espadas gruesas cruzadas, otra, un poco más fina y ondulada, atravesándolas y por último - uno arriba y otro abajo -, había dos floretes de mediana longitud, afilados y sin bola protectora en la punta. Ver aquellos floretes me produjo un escalofrío.
En uno de los sofás estaba sentada una señora mayor en edad al mayordomo, bajita, con un traje negro y una blusa del mismo color. Parecía ir de luto, así que debía ser la mujer del duque.
- Mrs Blackhouse – se adelantó el inspector Miller y le besó la mano -. Todos repetimos el gesto.
- Somos los detectives encargados del caso y en seguida comenzaremos nuestras pesquisas – dijo el inspector Stevenson -.
- Oh, yes, thank you...- dijo con voz débil -. Oh! Sorry! I can speak some spanish... sí, de... acuerdo, muchas... gracias.
- De acuerdo. Haremos dos equipos. El signore Riccardi irá conmigo. Míster Stevenson, usted irá con don Enrique. El signore Riccardi y yo empezaremos por las llamaditas de teléfono a los familiares y amigos invitados a la fiesta. Vosotros os encargaréis de interrogar a Mrs Blackhouse.
CAPÍTULO 2, EL PRIMER INTERROGATORIO
El inspector Miller y el signore Riccardi se marcharon guiados por el mayordomo para buscar un teléfono, y nos dejaron a míster Stevenson y a mí con Mrs Blackhouse. Mantuvimos toda la conversación en inglés, os la he traducido para que la entendáis mejor.
- Bueno señora. Estamos con usted para que nos cuente los hechos. Pero primero: ¿qué edad tenía el duque?
- 70 años. Yo tengo 64.
- Cuéntenos todo lo que sucedió el pasado 9 de octubre (estábamos a día 11).
- El día 9 me despertó una de mis doncellas, alrededor de las nueve y cuarto como siempre. Me trajo el desayuno, como siempre, y bajé al salón a las diez menos veinte, como siempre. Cuando ya estábamos casi todos en el salón, le dije a una de las doncellas que fuese a la habitación de mi esposo a despertarle, que bajase y entonces le daríamos una sorpresa...
- ¡Ah! Entonces él no sabía que usted había invitado a tanta gente...
- No. Era una fiesta sorpresa... por su cumpleaños - titubeó al decirlo.- En ese momento bajó nuestra doncella corriendo y gritando: “El agente, el agente y míster Haggard lo han encontrado en su despacho... ¡ASESINADO! ¡Oh, qué horror!”
- El agente, ¿qué agente?
- El que vigilaba la entrada de su habitación.
- ¿Le contó la doncella si había visto marcas de sangre o algo parecido en la cama?
- No. La cama estaba deshecha pero no había marcas de ningún tipo especial.
- ¿Fue - que usted sepa - el agente a algún sitio durante su tiempo de guardia?
- Sí, a beber agua, no sé a qué hora, pero sí sé que hizo un “stop” de unos 5 minutos...
- ...que son suficientes para que un invitado salga de su habitación, vaya adonde se encuentre el duque, le apuñale y vuelva a su cama como si no hubiera pasado nada - completé yo -.
- Lo que no me explico es por qué el duque se encontraba en su estudio si realmente tendría que estar en la cama. Además, supongo que no había huellas a lo largo del camino entre el despacho y el estudio, en ese pasillo, me refiero, ¿no? - dijo el inspector Stevenson -.
Mrs Blackhouse negó con la cabeza.
- Pero eso significa que, si no había marcas de que su cuerpo hubiera sido transportado hasta allí, el duque realmente murió en su estudio después de haber ido por su propio pie hasta allí, donde fue apuñalado. Seguramente se desplazó cuando el agente se fue a beber agua.
- Debió de oír un ruido extraño, quizás porque le estaban revolviendo el despacho... porque lo tenía todo revuelto, ¿no, señora? – inquirió míster Stevenson -.
Mrs Blackhouse asintió con un rápido movimiento de la cabeza.
- Pero no entiendo la teoría del ruido – dijo -.
- ¿Por qué?
- Su despacho está insonorizado – contestó -.
- Pero entonces... - dijo el inspector -.
- 70 años ya es edad avanzada, ¿había hecho testamento? - le interrumpí -.
- Realmente no lo sé aún, pero seguramente sí. Lo debe tener cualquiera de los abogados.
- Nómbremelos.
- Míster Wendover, míster Haggard, míster Roy y míster Blackhouse.
- ¿Uno de sus abogados es familiar suyo?
- Sí, su nombre es Philippe, Philippe Blackhouse.
- De acuerdo. Ahora cuénteme lo que ocurrió el día antes de la muerte, el 8 de octubre.
- Stephen me había invitado a un restaurante, fuimos los dos solos y volvimos casa alrededor de las doce y media de la noche. Le dije que se pusiera el pijama y se metiese directamente en la cama porque tenía aspecto de cansado. Él sabía que un guardia se encargaría de velar por él, pero no sabía que la casa estaba llena de invitados, o al menos el segundo y el tercer piso. El dormía en el segundo, mientras que las doncellas y yo dormíamos en el primero. Le gusta mucho estar solo.
- ¿No oyó nada en especial, ruidos, golpes... en el segundo piso?
- No. Mientras estaba dormida, no. En cuanto me metí en la cama caí rendida, así que...
- ¿Parecía nervioso, su marido? ¿Conmocionado o algo por el estilo? ¿No? Gracias - dijo míster Stevenson -.
-De acuerdo, eso es todo. ¡Ah! Una cosa más. ¿Asistieron a la fiesta los abogados?
- Sí, todos, aunque ni míster Blackhouse ni míster Roy se quedaron a dormir.
- Bien. Ahora ya estarán llegando los demás invitados. Hasta luego.
Y, seguido por el inspector Stevenson, abandoné el salón.
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- ¡Buf! Llevo media hora dale que te pego con las llamadas de teléfono - nos dijo el inspector Miller-. Por ahí empiezan a llegar.
En efecto, por la ventana se veían dos coches entrando en el aparcamiento, uno rojo y otro negro. Pasado un rato, ya habían llegado unos ocho o diez. Estaban empezando a entrar algunas personas por la puerta principal y las doncellas indicaban a todos cuales serían sus habitaciones, dado que volverían a pasar la noche allí, esta vez todos.
- ¡Cuántos invitados tuvo el duque Blackhouse la otra noche! Por cierto, por si las moscas, he asignado a cada persona la misma habitación que ocupó la noche del crimen me informó el signore Riccardi -. A propósito, ¿qué cosas importantes habéis descubierto por boca de Mrs Blackhouse?
Le contesté leyendo la lista que había escrito en mi cuaderno:
- 1: El duque murió realmente en el despacho pero fue por su propio pie hasta él.
- 2: Él y la duquesa llegaron a la casa alrededor de las doce y media. Él no sabía que estaban aquí todos los invitados.
- 3: El duque tenía 70 años y la duquesa 64.
- 4: La duquesa se levantó a las nueve y cuarto, desayunó en la cama y bajó al salón a las nueve y cuarenta.
- 5: Parece que el duque ha hecho testamento pero éste se encuentra en manos de alguno de sus abogados.
- 6: Uno de los abogados es pariente de la familia, él y otro más no se quedaron a dormir.
- Hummm - dijo el inspector Miller-. Vaya escasez de datos.
- Por cierto - dije yo -. ¿Quién era el guardia encargado de su vigilancia?
- El agente Giraldo - dijo el inspector con desgana -.
PROLOGO
Me sigue asombrando, madame, tanta capacidad para cuadrar fechas, horas, relaciones entre personajes, de una forma tan precisa como si fueran teselas de un puzzle que arma y desarma a su antojo. Es muy complicado hacer eso al tiempo que se desarrolla un argumento. Y más aún medir la cantidad de datos precisa que se desea revelar, para no descubrir demasiado ni tampoco demasiado poco. Tiene una mente privilegiada.
ResponderEliminarEstoy disfrutando mucho de este nuevo caso.
Feliz fin de semana.
Bisous
Gracias Madame. El mérito es haberlo escrito durante el curso escolar una horitas los fines de semana. Tiene que compaginarlo con sus actividades escolares y extraescolares que ya en 6º no son pocas.
EliminarY lo que más asombrados nos tiene es que no lleva apuntes ni anotaciones se sienta y lo hace de seguido en el ordenador.
Bisous
Me gusta mucho como sigue su relato. Lo seguiré porque tengo curiosidad por ver si mantiene la intriga. Me sorprende su capacidad.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola A.L. Me alegro que haya despertado tu imaginación y hayas vuelto para leer los siguientes capítulos.
EliminarEstaré fuera hasta el día 25 pero dejaré programadas las entradas para los viernes.
Un abrazo y gracias
Hola Katy. A mí lo que más me sorprende es lo bien que escribe. Me refiero a la gramática, a la sintáxis, a la ortografía... ¡Es que es muy pequeño! Desde luego aquí no hay fracaso escolar. Me sigue gustando. Enhorabuena al chico.
ResponderEliminarGracias Rafa y te aseguro que está tal cual, no hay enmiendas ni correcciones. Lo único que ha hecho la madre es la maquetación. A nosotros también nos sorprende. Lo del fracaso escolar no se puede prever hasta ahora va muy bien, pero los chicos en la pubertad es cuando se suelen torcer.
EliminarUn abrazo
Tu nieto está hecho un pequeño Poirot. Me gusta como expone los hechos. Tiene muy buena pinta este nuevo relatos. besos y feliz semana
ResponderEliminarMil gracias, Ya sabes que desconecto hasta finales. Pero he dejado programado el relato los viernes. espero que funcione y lo publique correctamente en el orden cronológico. Me alegro por tu comentario que le encanta leerlos,
EliminarBss y estupendas semanas para ti.