"El amor por la lectura es algo que se aprende pero no se enseña” (Alberto Manguel)
Su primer Relato: Robo en casa del botánico
Segundo Relato: Los expedientes del duque de Blackhouse
"Con diez cañones por banda" es su tercera aventura, esta vez haciendo de detective en alta mar.
Enrique acaba de cumplir 12 años y ya está embarcado en su cuarto relato.
Los que habéis seguido su trayectoria notaréis algo de diferencia y mejora respecto a los anteriores, al menos eso me parece a mi.
Espero y deseo que esta nueva aventura os enganche y disfrutéis de su lectura.
Publicaré dos capítulos todos los viernes. Hoy solo os dejo el prólogo para abrir boca
23 de enero, 22:00 horas. Londres (Inglaterra)
El viejo cartel del pub “La Sanguijuela”, cercano a los embarcaderos norte del Támesis tal y como los llamaban, relucía bajo la luz de la luna. Aquel era un pub famoso y muy conocido por las clases bajas y los antiguos criminales de toda Inglaterra. Allí se reunían cada cierto tiempo algunos mafiosos en busca de pasar un rato menos aburrido que de costumbre.
Su propietaria, la vieja señora Oglander - una anciana de carcomida reputación -, no hacía más que engañar a sus clientes. Era, según se decía, la tatatatatatatatatatataranieta del primer dueño de aquel pub, un pirata inglés al servicio del rey de entonces, que construyó el edificio después de retirarse de la piratería. Corrían habladurías que afirmaban que la anciana estaba metida en temas de contrabando, pero solo eran eso, habladurías...
Aquella noche, la anciana señora Oglander lo pasaría mal, muy mal. Una figura masculina vestida de negro y amparada por la oscuridad, recorría el laberinto de callejuelas en dirección al conocido pub. Cada dos por tres echaba una mirada hacia atrás por si lo seguían. Aquel era un hombre muy, muy precavido.
Llegó hasta la esquina en la que se encontraba el pub y entró. Todo aquel lugar apestaba a alcohol. El espacio principal consistía en seis o siete mesas con manteles remendados, la barra del bar y un par de armarios que, tras la barra, guardaban botellas y más botellas de cerveza, vinos caseros y - tal vez -, botellas de veneno. A un lado de la barra había una puertecita que daba al reservado del pub. Justo por encima unas escaleras llevaban al piso de arriba donde vivía la señora Oglander.
Unos hombres, con cara de querer acuchillar a alguien, tiraban flechas a una agrietada diana. En una de las mesas jugaban otros a las cartas. Justo al lado de ellos había montones y más montones de monedas apostadas, ganadas y perdidas en el juego.
El extraño hombre vestido de negro se acercó a la barra y dio sobre ella, con la mano, dos golpes fuertes para llamar la atención de alguien.
Una bajita y anciana mujer bajó por las escaleras. Tenía el pelo gris, los ojos verdes y una cicatriz en la frente. Su cara estaba llena de arrugas y casi no se apreciaba que tenía una boca.
- Muy buenas noches, señor - dijo la anciana sin poder reconocer al hombre debido al traje que le cubría hasta los ojos -. ¿Qué desea tomar?
- ¡Soy yo, Oglander! - dijo el hombre casi gritando -. ¡Tonta mujer!
- Ah, de acuerdo - dijo asustada la anciana -. Ya... ya casi no recordaba la cita de...de esta noche...
- Pasemos al reservado, rápido. Tenemos que hablar.
El reservado del pub era una pequeña sala de unos ocho metros cuadrados, con una chimenea encendida y tres sillones, además de una mesita entre ellos. Unos cuadros muy viejos colgaban de las paredes. Después de entrar y cerrar debidamente la puerta, la anciana señora Oglander le acercó un sillón a su invitado y se sentó en otro.
- ¿Un caramelo? - le ofreció al hombre -. La anciana temblaba de miedo.
Él negó con la cabeza y miró fijamente a la mujer.
- Esto será muy rápido, Oglander. Me han llegado noticias desde las altas esferas de la organización referentes a tu maldita lengua suelta. Sabes a lo que me refiero ¿verdad? Vas por ahí contando a cualquiera que trabajas en el contrabando de drogas, ¿verdad?
- Pero... es que...
- ¡No!, ¡“Es que” nada! Estamos hartos y Scotland Yard nos va a coger. ¡O te callas o se acabó la vida para ti! Estás haciendo igual que ese inútil de Davidson, que es un absoluto bocazas. ¡Le vamos a callar a él y a ti también!
- De... de... acuerdo - susurró la horrorizada anciana -.
El hombre de negro salió del reservado. La vieja señora Oglander se quedó hecha un ovillo en el sillón, medio paralizada.
- Ya basta - pensó angustiada -. Iban a continuar con el contrabando de drogas pero sin ella. Tenía que denunciarles y avisar al pobre Davidson porque pensaban matarlo.
- Tengo... que... confesar... – dijo -. Tengo... que... confesar... Cogió un papel y empezó a escribir.
PRÓLOGO
23 de enero, 22:00 horas. Londres (Inglaterra)
El viejo cartel del pub “La Sanguijuela”, cercano a los embarcaderos norte del Támesis tal y como los llamaban, relucía bajo la luz de la luna. Aquel era un pub famoso y muy conocido por las clases bajas y los antiguos criminales de toda Inglaterra. Allí se reunían cada cierto tiempo algunos mafiosos en busca de pasar un rato menos aburrido que de costumbre.
Su propietaria, la vieja señora Oglander - una anciana de carcomida reputación -, no hacía más que engañar a sus clientes. Era, según se decía, la tatatatatatatatatatataranieta del primer dueño de aquel pub, un pirata inglés al servicio del rey de entonces, que construyó el edificio después de retirarse de la piratería. Corrían habladurías que afirmaban que la anciana estaba metida en temas de contrabando, pero solo eran eso, habladurías...
Aquella noche, la anciana señora Oglander lo pasaría mal, muy mal. Una figura masculina vestida de negro y amparada por la oscuridad, recorría el laberinto de callejuelas en dirección al conocido pub. Cada dos por tres echaba una mirada hacia atrás por si lo seguían. Aquel era un hombre muy, muy precavido.
Llegó hasta la esquina en la que se encontraba el pub y entró. Todo aquel lugar apestaba a alcohol. El espacio principal consistía en seis o siete mesas con manteles remendados, la barra del bar y un par de armarios que, tras la barra, guardaban botellas y más botellas de cerveza, vinos caseros y - tal vez -, botellas de veneno. A un lado de la barra había una puertecita que daba al reservado del pub. Justo por encima unas escaleras llevaban al piso de arriba donde vivía la señora Oglander.
Unos hombres, con cara de querer acuchillar a alguien, tiraban flechas a una agrietada diana. En una de las mesas jugaban otros a las cartas. Justo al lado de ellos había montones y más montones de monedas apostadas, ganadas y perdidas en el juego.
El extraño hombre vestido de negro se acercó a la barra y dio sobre ella, con la mano, dos golpes fuertes para llamar la atención de alguien.
Una bajita y anciana mujer bajó por las escaleras. Tenía el pelo gris, los ojos verdes y una cicatriz en la frente. Su cara estaba llena de arrugas y casi no se apreciaba que tenía una boca.
- Muy buenas noches, señor - dijo la anciana sin poder reconocer al hombre debido al traje que le cubría hasta los ojos -. ¿Qué desea tomar?
- ¡Soy yo, Oglander! - dijo el hombre casi gritando -. ¡Tonta mujer!
- Ah, de acuerdo - dijo asustada la anciana -. Ya... ya casi no recordaba la cita de...de esta noche...
- Pasemos al reservado, rápido. Tenemos que hablar.
El reservado del pub era una pequeña sala de unos ocho metros cuadrados, con una chimenea encendida y tres sillones, además de una mesita entre ellos. Unos cuadros muy viejos colgaban de las paredes. Después de entrar y cerrar debidamente la puerta, la anciana señora Oglander le acercó un sillón a su invitado y se sentó en otro.
- ¿Un caramelo? - le ofreció al hombre -. La anciana temblaba de miedo.
Él negó con la cabeza y miró fijamente a la mujer.
- Esto será muy rápido, Oglander. Me han llegado noticias desde las altas esferas de la organización referentes a tu maldita lengua suelta. Sabes a lo que me refiero ¿verdad? Vas por ahí contando a cualquiera que trabajas en el contrabando de drogas, ¿verdad?
- Pero... es que...
- ¡No!, ¡“Es que” nada! Estamos hartos y Scotland Yard nos va a coger. ¡O te callas o se acabó la vida para ti! Estás haciendo igual que ese inútil de Davidson, que es un absoluto bocazas. ¡Le vamos a callar a él y a ti también!
- De... de... acuerdo - susurró la horrorizada anciana -.
El hombre de negro salió del reservado. La vieja señora Oglander se quedó hecha un ovillo en el sillón, medio paralizada.
- Ya basta - pensó angustiada -. Iban a continuar con el contrabando de drogas pero sin ella. Tenía que denunciarles y avisar al pobre Davidson porque pensaban matarlo.
- Tengo... que... confesar... – dijo -. Tengo... que... confesar... Cogió un papel y empezó a escribir.
¡¡¡Este chaval es incansable!!! :)
ResponderEliminarUn abrazo
Ya está con la 4ª:-) Es admirable el tesón que le pone.
EliminarUn abrazo y buen finde
Sí señor! Enrique es un genio. Vaya cómo domina la escena, todos los mecanismos para enganchar la atención y mantenerla. No puede estar más claro que tiene usted un nieto escritor!
ResponderEliminarFeliz fin de semana
Bisous
Pues aunque no lo crea ha empezado el cuarto relato. Y lo escribe en sus ratos libres que son pocos pues tiene también actividades extra escolares. Esperemos que siga con esta afición pues parece que tiene talento.
EliminarBisous y gracias
Katy me parece increíble que un crio de doce años tenga este don de expresión tan grande.
ResponderEliminarSu forma de narrar me ha fascinado.
Estamos viendo la formación de un exitoso escritor del futuro.
Un abrazo.
Lo ha escrito con 11. Ahora tiene 12 y esta está escribiendo su cuarto relato. Lo más admirable es que se ponga a ello, pues apenas maneja el ordenador. Ojalá siga en la brecha y no abandone.
EliminarBss y gracias Teresa
Tenéis en casa un portento, un niño todavía, pero que apunta maneras de gran narrador. ¡Felicidades!
ResponderEliminarUn beso.
De momento es solo un apasionado del tema. Admiramos su constancia y tesón. Es muy trabajador. Ojalá se cumplan tus pronósticos
EliminarNo para este niño. ¿Llegará a ser el futuro ganador dle Premio Planeta? Dale tiempo y veremos...
ResponderEliminarUn beso
Ojalá. Lo lee todo, es curioso, constante y trabajador. Veremos. al fin y al cabo el tiempo juega a su favor.
EliminarBss
Pues pinta muy bien, y sí, da la snsación de que el texto está más trabajado. besos y buena semana. Esperamos continuación
ResponderEliminarBueno lo terminó con 11 años. Ahora con 12 anda con otro y lleva 60 páginas:-)
EliminarBss
Felicidades a los abuelos super editores que son encima los que ponen la plata para la producción y la publicidad. Y ENHORABUENA POR MANTENER ESTE SUPER BLOCK. Abrazos, la madre de la critatura
ResponderEliminarGracias por esa felicitación. Enrique se lo merece todo, por las ganas y las horas que le echa pudiendo hacer mil cosas para distraerse.
EliminarSeguiremos apoyándole.
Bss
P.D. El viernes puede leer los dos capítulos siguientes:-)