Pensamientos y valores dedicados a mis nietos “El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante”. (Saint-Exupéry) Ellos son mis más hermosas rosas
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"Estoy convencido que uno de los tesoros que guardan los años es la dicha de ser abuelo"
Abel Pérez Rojas
Abel Pérez Rojas
"No entiendes realmente algo a menos que seas capaz de explicárselo a tu abuela." Albert Einstein
Forman parte de la orquesta
martes, 3 de marzo de 2009
La pradera de las mariquitas (Locoloco va de excursión)
Locoloco aún dormitaba plácidamente cuando una dulce voz le sacó de su sueño.
“Despierta Locoloco, estamos ya en Marzo, ha llegado la primavera”
Nuestro gusanito abrió sus ojos y se encontró con las hermosas alas doradas de su amiga, la mariposa Dori en toda la cara.
“Dori, has vuelto como me prometiste el pasado otoño”. Qué largo se ha hecho el invierno y cuantas cosas han pasado desde entonces. Qué bien, podré volar de nuevo en tus fuertes alas y recorrer la granja como la primera vez”
"No Locoloco, la granja no, tengo otros planes para hoy. Al venir de camino encontré una pradera llena de mariquitas".
Dori le contó unas cuantas cosas sobre este bellísimo insecto, que en realidad realidad era un escarabajo y que incluso se decía que traían buena suerte.
“Así cuando estés ahí o veas alguna has de pedir un deseo” dijo Dori. Luego le contó que así como ella se marchaba en los meses fríos así también las mariquitas se van a invernar hasta la llegada de las buenas temperaturas en Marzo o Abril. Por eso estaban en la pradera poniendo estos días sus huevos.
También le explicó que no hacían daño, porque aunque eran carnívoras solo comían pulgones, ácaros, y orugas de vez en cuando pero de diminuto tamaño.
Locoloco había visto algunas en el seto del jardín de la granja, en el huerto de los tomates y lechugas. Pero no había hablado con ninguna.
Así que se despidió de sus padres, montó en las maravillosas alas de Dori rumbo a la pradera dispuesto a disfrutar de nuevo volando…
Recordó la primera vez que le pidió a Dori que le paseara por la huerta y cuando vio su imagen por primera vez en el riachuelo.
Dori le sacó de sus pensamientos cuando le dijo: “Mira allí abajo”
Locoloco asombrado vio una alfombra roja entre hojas verdes. Eran las miles de mariquitas todas poniendo huevos.
Bajaron a la pradera en dónde Dori se posó en una hermosa amapola. Lococo se deslizo con un poco de miedo, porque no las tenía todas consigo. ¿Y si las mariquitas le atacaban y se lo comían?
“Anda no sea miedica. Te dije que no nos harían daño, tu carne no les gusta" le dijo riéndose Dori. Locoloco comenzó a andar en medio de aquel jaleo y a disfrutar de lo que estaba viendo. Descubrió asombrado que no todas las mariquitas eran de color rojo, había distintas especies de mariquitas, amarillas o anaranjadas, incluso negras, aunque Dori tampoco las había visto jamás hasta hoy.
A Locoloco le habría gustado jugar con ellas, pero estaban demasiado ocupadas en poner sus huevos, para que sus hijitos pudiesen nacer entre Abril y Mayo.
Más adelante ella se repartirían por miles de jardines, conscientes de que los hombres las apreciaban por su alimentación, ya que exterminaban las plagas que afectaban a las plantas de los huertos.
“La próxima vez tienes que traer a Gusi para las vea, porque me aburro un poco yo solo” dijo Locoloco
“¿Has pedido un deseo ya?” Le preguntó Dori, quien le recordó el dicho: “Cuando tengas una mariquita en la mano, pide un deseo, después, déjala volar. La dirección por donde se haya ido, indicará el camino por el que llegará la felicidad ".
Locoloco comentó que había pedido un deseo super estupendo que era poder jugar con Dori todo el verano y tener unas aventuras divertidas.
Vamonos ya, insistió Locoloco”. Nada más terminar la frase todas las mariquitas comenzaron a bailar. Eran las 12 en punto del mediodía. El sol estaba en lo más alto. Bailaban en pequeños corros moviendo sus cuerpecitos, estirando las patitas y agitando sus alitas. Debía ser muy duro estar todo el día poniendo huevecitos.
¡Que espectáculo! Ahora les parecía estar inmersos en un mar rojo con oleaje incluido. Terminado el baile siguieron poniendo sus huevos como si nada hubiera ocurrido.
Dori regresó con su amigo el gusano Locoloco a su manzano y se despidió de él hasta al día siguiente.
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Me ha encantado el cuento, enhorabuena a la escritora.
ResponderEliminarMama, soy yo el anónimo, tu hijo!!!!!!!!!!!!!
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